Sin lugar a dudas, lo que más destaca la Yamaha MT-09 es, aparte de una estética minimalista (económica, también hay que decirlo), el tricilíndrico en línea, auténtico ejemplo de cómo aprovechar 115 CV en la práctica totalidad de la curva de potencia. La tecnología «Crossplane» de Yamaha empleada en su R1 parece estar implicada en el carácter de este motor que, no olvidemos, es de nueva factura habiéndose partido de cero en su concepción. En esta naked de nuevo corte dispones de tres modos de motor: A, B y STD (estándar). Entre ellos no hay demasiadas diferencias, en torno a 10 CV como máximo, por lo que finalmente terminaremos viendo en el cuadro las siglas STD marcadas de forma habitual, en parte porque cada vez que giramos la llave de contacto el sistema se resetea, pasando a STD siempre que «reiniciemos» el motor. En general, la electrónica se encuentra tan presente como en otras contemporáneas, eso sí, sin olvidar que tratamos con una moto que no quiere ver disparado su precio de venta, por lo que detalles como el control de tracción se han obviado; no así el ABS, por el que deberás sumar 3 kg a su peso final y pagar 700 euros más. Como siempre, la inversión debe considerarse como tal, y sí, por supuesto merece la pena arrimar ese dinerillo extra.

En el ciclo nada llama la atención de forma especial. El chasis se compone de una estructura principal en aluminio que se sirve del motor como parte portante, mientras que atrás un simple entramado de tubos atornillados a dicha estructura hace las veces de subchasis y, abajo, el basculante asimétrico de aluminio sí aporta un mejor aspecto. Resulta llamativa la forma que adopta el brazo derecho para dar cabida al corto silenciador, así como al enorme catalizador montado justo en la base del motor. Las suspensiones son más bien sencillas y, excepto por el aspecto recio de la horquilla invertida o el montaje horizontal del amortiguador, nada destaca al aportar reglajes en precarga de muelle y extensión únicamente en el tren delantero. En cambio, la frenada sí que rinde más de lo esperado a tenor del equipo empleado, con una simple bomba del «cajón de recambios» de Yamaha y, menos mal, pinzas «monoblock» de anclaje radial ya vistas en otras del catálogo de la firma de los diapasones.

El resto es de nueva factura, a excepción de pinceladas como el mando electrónico del gas YCC-T ya empleado por primera vez en la R6. Sí son novedad las livianas llantas de 10 brazos, las ópticas delanteras y traseras por led, manillar plano y ancho, espejos retrovisores, asiento, depósito de escasos 14 litros o las piñas de luces, siendo la izquierda demasiado básica y hasta ergonómicamente incorrecta: darás el intermitente cuando quieras tocar el claxon, o al revés… Es tiempo de comprobar cómo funciona el conjunto sobre el terreno. Puedes verlo en nuestra prueba.