Homenaje de Daniel Navarro

Ángel Nieto: maestro para todos nosotros

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Ángel Nieto: maestro para todos nosotros
Daniel Navarro
Daniel Navarro
Todos los que amamos el motociclismo seguimos bajo la losa de la pérdida de Ángel Nieto. Permíteme que te exprese mis sentimientos. No he tenido que pensar mucho qué te podía contar.


Este medio, nuestro fórmulamoto.es, ha reflejado ese triste suceso desde las plumas de algunos de los ás insignes personajes de este mundillo, de la categoría de mi compañero y maestro Carlos Domínguez, del presidente fundador de esta compañía, Enrique Hernández-Luike o del compañero inseparable de Ángel, durante muchos años, Valentín Requena. Y yo, lógicamente, me siento bastante «pequeño» al lado de estos nombres.

Desde luego, todos ellos tienen innumerables aventuras y anécdotas que contarte de Ángel Nieto. Yo no. Reconozco que, a pesar de llevar unos años en esto, de haber coincidido con él en algunos eventos, de haber sido presentados en alguna ocasión, mi contacto con el 12+1 se quedó en esos momentos fugaces del simple saludo de alguien que, ante él, se quedaba impresionado. Un simple «encantado de saludarle», reverencial y serio, como si me presentase ante el mismísimo Papa de Roma. Algo que, me imagino, si él leyese, se reiría, por lo que cuentan sobre cómo era el día a día.

Pero precisamente por eso me ha parecido que escribir sobre él era oportuno. Mi experiencia con Ángel Nieto no es la de esos grandes periodistas o de otros compañeros sobre la pista. Es más del «chaval apasionado de la moto» que llegó a este mundillo, en gran parte, gracias a lo que fue y significó su figura.

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Debía ser alrededor del año 1981 o 1982. Yo tenía entonces unos 13 años. No me gustaba el fútbol, el tenis ni los deportes que veía en el «cole» o en la tele ni, en general, ningún deporte. Pero sí las motos. Tenía ya, a pesar de mi corta edad, una Puch Cobra TT. Y me apasionaba. Empezaba a ver carreras en la tele. No tenía ni idea de lo que estaba viendo, pero sí que había un español que ganaba en 125 cc. No me interesaban las demás categorías por entonces. Tengo recuerdos de aquella Garelli negra y roja, ganando a su compañero de equipo, Lazzarini, sin entender entonces muy bien porqué Ángel le dejaba pasar en las rectas y le «metía» en las frenadas otra vez toda la moto, una y otra vez.

Recuerdo, algunos años después, las tres «balas rojas» subiendo la rampa Pegaso, en el Jarama (circuito que ya hay quien ha propuesto que a partir de ahora lleve su nombre), con Nieto, Aspar y Herreros. Este recuerdo ya en vivo, no en la tele, en sus últimas etapas como piloto. Recuerdo que asocio enseguida, según escribo, con otro gran maestro, Javier Herrero, gran amigo suyo y, por si no lo sabías, el autor de ese apelativo de las Derbi.

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A partir de ahí, pasó a comentar las carreras en la tele. Y nos enseñó a muchos a «leer» las carreras. Escuchándole, junto a Requena, aprendías estrategias, porqué le hacia esas «trastadas» a Lazzarini, porqué un piloto se quedaba detrás de otro si era capaz de ir más deprisa o porqué las pequeñas 80 y 125 pegaban bandazos por las rectas en lugar de ir derechas a la siguiente curva.

Para mí Ángel Nieto será siempre eso, la persona que nos enseñó a ver carreras, a amar el motociclismo. Está claro que, además, fue maestro de campeones, el que enseñó también a todos esos Pons, Aspar, Herreros, Crivillé, Bautista, Pedrosa, Márquez…y toda la lista de campeones que han venido tras él, a ser precisamente eso, campeones. Pero yo no podré olvidar nunca que, además de agradecerle que hizo grande el deporte que amo, siendo Maestro de Campeones (con mayúsculas) fue Maestro de la afición. De todos nosotros.

Descansa en paz, Maestro.