La Generalitat de Catalunya también discrimina a las motos
No es ninguna novedad la marginación de las motos respecto a los demás vehículos, especialmente los referidos a los turismos. Nunca se han visto favorecidas por los planes de ayuda a la renovación del vehículo de que gozan los coches. Siempre se las ha excluido de los planes Prever, Pive y demás acrónimos dotados de sustanciosas aportaciones en beneficio del precio final del vehículo adquirido. Únicamente gozaron de un fallido plan de achatarramiento con aportación estatal de pequeñas cantidades que oscilaban entre 75 y 250 € por moto dada de baja a todos los efectos legales y físicos. Con esas míseras ayudas se convirtió en un estrepitoso fracaso. Resultaba más ventajoso malvender la moto vieja en el mercado de ocasión que acceder al llamado Plan Moto E. Solo se efectuaron 8.000 operaciones y no alcanzaron siquiera el 15% de los nueve millones de euros destinados a la renovación del parque motociclista. Desde aquel año 2010, jamás se ha vuelto a tener en consideración ninguna ayuda al sector motociclista.
Pero la marginación a la motocicleta va más allá de esa carencia de ayudas para fomentar el cambio de moto, renovar el parque activo, impulsar el sector y aportar crecimiento de la economía, además de engrosar las arcas de recaudación impositiva. También se les niega el pan y la sal cuando se trata de premiar las emisiones nocivas (CO2) de lo que se benefician exclusivamente los automóviles de turismo.
En el baremo de turismos beneficiados en los peajes, la Generalitat de Catalunya contempla y segmenta los que utilizan gasoil y biodiesel con emisiones de hasta 108 gr de CO2 por kilómetro. También los que combustionan gasolina y bioetanol con emisiones de CO2 inferiores a 120 gr/km están favorecidos por la prebenda, aunque con menor porcentaje de descuento en los peajes. Los mejor patrocinados son, por supuesto, los eléctricos, además de los que consumen GLP (gas líquido presurizado), gas natural e hidrógeno. Las motos ni se consideran.
La Generalitat de Catalunya, siempre atenta a los problemas medioambientales, es vanguardista en aplicar soluciones, pero también discrimina a las motocicletas como hace la Administración estatal. Debería erigirse en adalid del fomento y protección de la moto como medio de transporte ideal para las ciudades. Máxime cuando Barcelona es reconocida como la “ciudad de las motos” y segunda urbe europea –tras Roma- en parque activo de motocicletas. Datos oficiales del Ayuntamiento cifran en 300.000 las motos que circulan diariamente con la Ciudad Condal. Nadie les reconoce ni recompensa la enorme aportación en beneficio de la fluidez del tráfico urbano, ni por su mínima emisión de gases nocivos.
A todo ello, resulta paradójica la exposición impulsada por la Generalitat de Catalunya bajo el título Catalunya Moto (Palau Robert. Paseo de Gracia, 107. Barcelona), donde exquisitas restauraciones recogen la historia de la que fue gran industria motociclista catalana. Sacar pecho de un pasado extinto sin afrontar las necesidades actuales.