Cañada Real

Leonesa Oriental

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Cañada Real Leonesa Oriental
Fórmula Moto
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Cañada Real Leonesa Oriental

«Ha sido un gran reto» nos cuenta Fraile, uno de los componentes de la expedición y alma máter de Moterosastures.com. «Recorrer la Cañada Real no sólo ha supuesto una experiencia de convivencia intensa en la que hemos empleado ocho días, sino que se ha convertido en toda una prueba de resistencia tanto para nosotros como para las motos».

Un recorrido con historia

Todos conocemos el trazado de las modernas carreteras y autopistas, pero muchos desconocen que el ganado, sobre todo ovino, tenía su propia «red de autopistas» que cruzaban la península de norte a sur, la mayor parte de las veces, y, otras, transversales. Estas eran las Cañadas Reales por las que, desde tiempos inmemoriales, el ganado trashumante utilizó viejos caminos para «huir» de los agostados pastos de verano submesetarios a las verdes montañas del norte y centro del país, y llegado el otoño, hacer el recorrido a la inversa para disfrutar de los cálidos valles, dehesas y tierras bajas del suroeste español.

Estas vías pecuarias, que forman un denso entramado de caminos, reciben el nombre de cañadas, cordeles, veredas o coladas, según su anchura y los lugares que atraviesan. Están protegidas como un bien público desde los tiempos de Alfonso X «El Sabio», y en torno a ellas, se han fraguado momentos muy significativos de la historia de España.

Cañada Real Leonesa Oriental

Hoy se intenta que las Cañadas vuelvan a tener su identidad propia tras los muchos desmanes sufridos por la invasión de carreteras, urbanizaciones y particulares, así que la recuperación del trazado histórico de la Cañada Real Leonesa Oriental no fue tarea fácil para este animoso equipo de moteros asturianos, tal como contaban Euge y JLA, componentes del grupo pero que, por diferentes motivos, no pudieron disfrutar de su recorrido, aunque sí colaboraron en las tareas de preparación. Esto son amigos.

«Nos hemos documentado en páginas de Internet, consultado numerosos mapas y también trazado la ruta en planos un tanto artesanos pero efectivos», nos comentan, «ya que, haciendo un minucioso trabajo, hemos seguido lo más fielmente posible el recorrido original».

Xosenel, uno de los miembros del grupo con más experiencia en largos recorridos, tanto en la península como en el continente africano, no en vano ha recorrido las pistas de Marruecos en siete ocasiones, fue el encargado de señalar puntos del itinerario en los mapas digitales y de transferirlos al GPS. «Tanto el GPS como los mapas han sido imprescindibles para poder seguir la ruta, ya que en algunos puntos la Cañada había desaparecido por corrimientos de tierras, quedando oculta bajo vertederos, o bien ocupada por la urbanización desaforada o simplemente usurpada por las fincas vecinas».

Cañada Real Leonesa Oriental

En algunos tramos nos encontramos carteles como este que han permitido que la Cañada Real se siga considerando. Los Moterosastures.com vadeando un pequeño cauce, obstáculos que hicieron más entretenido el viaje si cabe.

En el recorrido por esta Cañada Real, nuestros amigos astures se han encontrado con impresionantes monumentos históricos como los castillos medievales de Íscar o el de Coca. También atravesaron antiguos puentes, como el monumental Puente del Arzobispo sobre el río Tajo, que da nombre al pueblo donde se ubica, o el puente de Valsordo, sobre el río Alberche, en el que los pastores debían abonar, en su día, el «pontazgo» (los pastores tenían que pagar al señor del lugar un peaje de «cuarenta e tres maravedíes e medio») por el paso de cada mil cabezas de ganado, tal como reza en una enorme piedra de granito junto a este puente.

Seguir la Cañada Real Oriental Leonesa les ha llevado a cruzarse con otros caminos históricos, como el de Santiago, ya en las cercanías de Carrión de los Condes (Palencia) e importantes vías de comunicación fluvial, a pesar de que estas parecen haberse quedado ancladas en la historia, como es el caso del Canal de Castilla. ¿Más singularidades? Por supuesto que sí, como enfrentarse, ya en la provincia de Ávila, a toda una manada de toros.

Pero tranquilos, que eran las muy conocidas esculturas «Toros de Guisando», paraje en que en el siglo XV, Isabel. la Reina Católica, fue nombrada allí como la heredera del trono de Castilla.

Rodrigo, otro de los «nuevos arrieros» asturianos que participó en la aventura, nos cuenta que «-el paso por estos lugares ha sido una de las experiencias más intensas de la ruta. Por ejemplo, en la provincia de Badajoz nos encontramos, en uno de los tramos más solitarios de la cañada, una estela romana que recordaba a los caminantes que allí estaban enterrados, antiguos y desconocidos héroes. Aún no hemos averiguado a quiénes estaba dedicada».

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Hoy día las cañadas reales y el entramado de vías pecuarias, a pesar de que su utilidad ganadera está muy mermada o están ya prácticamente en desuso, tienen un carácter de red ecológica que las convierte en una de las alternativas más singulares y atractivas del turismo de interior. Senderistas, viajeros y amantes de la naturaleza pueden encontrar, en el contacto con las cañadas, un placentero viaje que transporta a escenarios de espacios naturales de extraordinario valor.

Y es que en los linderos de la Cañada Oriental Leonesa podemos encontrar representados de norte a sur, todos los cultivos y biotopos naturales de la península: los bosques y praderas de montaña, las estepas del centro de la meseta, trilogía de cultivos mediterráneos, el trigo, la vid y el olivo, los cultivos de regadío o los extensos pinares de repoblación.

También numerosas muestras de todas las variedades que conforman la cabaña española, junto al rico patrimonio etnográfico ligado al mundo ganadero, como los apriscos, las tenadas, los chozos de pastor o las casas de esquileo.

Cañada Real Leonesa Oriental

También en la cañada es posible observar, cuando se camina con la suficiente lentitud, al señor zorro, al altivo venado, a doña liebre y al humilde conejo, a la familia completa de las rapaces o las principales aves de la estepa, como codornices, perdices y avutardas, y al coro de las cigüeñas, que pueden amenizar nuestro recorrido con su compañía.

Por ello, para circular motorizado por las cañadas se necesita una autorización especial. Debido a esto, una vez obtenidos los permisos para recorrer la cañada, estos moteros se obligaron a adoptar un código de conducta medioambiental durante su viaje: circular a baja velocidad, dar preferencia a pastores, paseantes o ciclistas, no molestar a animales domésticos o salvajes, respetar las portillas y cerramientos, llevar consigo los residuos que generaran y evitar cualquier tipo de agresión al medio ambiente.

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El río ha invadido el recorrido. ¿Y ahora qué hacemos?, se deben preguntar nuestros amigos. Todo es cuestión de buscar la zona menos profunda para vadearlo y seguir. Esto no les iba a frenar después de lo bien preparado que estaba el viaje, que como podemos ver en el gráfico, discurrió por ocho provincias.

Un desafío para motos trail

«Las motos trail con las que hemos abordarlo esta aventura se han mostrado como una opción inmejorable para recorrer los más de mil kilómetros de todo tipo de terrenos por los que transita la cañada«, comenta Fran, que montado en su BMW XCountry superó los desafíos del recorrido: atravesar la cordillera cantábrica por puertos nevados, recorrer las empinadas cuestas de la montaña leonesa, cruzar los extensos arenales de Segovia y Valladolid, las pistas de tierra en Ávila, Madrid y Toledo, o los polvorientos caminos y veredas de Extremadura.

Tres modelos clásicos, dos Suzuki DR650 y una Honda Dominator, y dos de reciente aparición, una BMW XCountry y una BMW GS800, fueron las motos con las que estos cinco moteros realizaron el viaje. Nos cuentan que las motos no llevaban una preparación especial. Las hicieron una revisión general en el taller para comprobar que todo estaba en orden y que no habría sorpresas durante el viaje, e instalaron juegos de neumáticos nuevos para evitar problemas de tracción en los pasos difíciles.

Todas las motos respondieron perfectamente a las exigencias que surgieron durante todo el recorrido. A cambio, tuvieron que realizarlas unos cuidados mínimos diarios consistentes en revisión de los niveles, comprobación de aprietes, el engrase de cadenas, así como las necesarias reparaciones de pequeñas averías, como intermitentes desprendidos, sujeción de algunas partes sueltas del carenado, el reatornillado y la fijación de portabultos, la reparación de una cadena… no en vano, el grupo, que cuenta con expertos motoristas, entre ellos Santi -que ha participado en varios cursos de conducción todo terreno-, iba preparado para solucionar la mayoría de incidencias mecánicas que se podían presentar: una caja de herramientas distribuida entre sus miembros que incluía todo tipo de llaves y un equipo completo para reparación de pinchazos. También iban provistos de algún pequeño repuesto, como manetas y cables de acero para frenos y embragues, eslabones de cadena, cámaras y tornillería variada con las que sustituir, en caso necesario, las piezas rotas o averiadas.

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Las motos arrancaban por la mañana y, salvo pequeños descansos para repostar o para comer un tentempié, no cesaban de rodar hasta el atardecer e incluso bien entrada la noche, tal como ocurrió el séptimo día, en el que, iniciado el viaje de vuelta por carretera, sufrieron la rotura de una cadena que tuvieron que reparar sobre la marcha, bajo la luz de la luna, en la cuneta de una carretera, afortunadamente poco transitada, tal como nos cuenta Xosenel.

«Entre nuestras opciones no estaba la de llamar a la grúa, salvo que hubiera sido estrictamente indispensable. Allí disfrutamos tratando de resolver por nosotros mismos los problemas mecánicos que se nos presentasen, siempre que esto fuese posible. Ese era parte del espíritu trail con que comenzamos este viaje» comenta Xosenel. Y es que, si quieres llegar lejos, ¡viaja entonces con buenos amigos!

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El espíritu de equipo necesario para preparar la ruta también fue imprescindible para conseguir llevarla a buen término. Este grupo de moteros asturianos se planteó el recorrido, no tanto como un reto a la mecánica de las motos, sino como un desafío en el que se pondría a prueba su espíritu de colaboración para poder abordar todas las dificultades. Las decisiones del grupo sobre el itinerario, etapas o respecto del tipo de viaje fueron adoptadas, desde las primeras reuniones, por consenso tras discutir las diferentes opciones que se les presentaban.

Fraile nos señala: «Optamos por pernoctar en cualquier tipo de pensión, hostal u hotel para evitar sobrecargar las motos con tiendas y sacos de dormir. Y, aunque hicimos una detallada planificación de las posibles etapas, lugares para pasar la noche o repostar combustible, tuvimos claro que sería el estado de la cañada y las circunstancias en que la encontráramos las que nos impondrían el ritmo, tal como sucedió.»

Las tertulias nocturnas alrededor de las bondades gastronómicas de cada comarca eran el momento ideal para intercambiar impresiones sobre las dificultades de la ruta o para comentar los consejos de conducción en todo tipo de terrenos: cómo llevar la moto en los vadeos, cuáles son las mejores presiones en los neumáticos para abordar los arenales, cómo transitar por pedregales sin perder control de la moto, o simplemente, dónde se asa el más rico cordero, o cuál es el mejor vino que se produce en esta zona.

Recorrer la cañada en todo su trazado ha sido un reto exigente para todos nosotros y sólo ha sido posible superarlo gracias a la ayuda mutua, afirman al unísono los cinco viajeros.

Fran, un motero de profesión ingeniero «en sus ratos libres», aunque también puede que sea al contrario, reconoce que sin el resto de compañeros esta aventura hubiera sido muy distinta.

Empujar motos que pesan mas de doscientos kilos en los pasos mas difíciles, levantadas una y o vez tras las inevitables caídas, arreglar bajo el sol pinchazos en medio de estepas solitarias, ensayar los mejores lugares para vadear ríos y arroyos, buscar unos cables en medio de la nada para arrancar una moto cuando la batería falla, o reparar una cadena trabada y rota en medio de la noche, han sido algunas de las oportunidades que ha tenido el grupo para poner a prueba su auténtico espíritu trail.

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Aunque la Cañada Real Oriental Leonesa tiene oficialmente una longitud de unos setecientos kilómetros, cuando finalizaron su recorrido, en los alrededores de Llerena, los cuentakilómetros de estos moteros marcaban cerca de mil doscientos kilómetros, una cifra que sólo se explica por los numerosos rodeos que han tenido que dar para sortear las infinitas barreras artificiales que impedían el paso franco por la cañada, y que han ralentizado notablemente su recorrido. De hecho, una de las mayores dificultades del viaje ha sido seguir el trazado original de la cañada entre una maraña de verjas, cercados y portillas.

«También la convivencia de los cinco miembros del grupo durante los ocho días que duró el viaje fue un motivo de preocupación», confiesa Rodrigo, «ya que ni nos conocíamos todos, ni habíamos rodado nunca todos juntos. Afortunadamente, las reuniones previas a la partida, el espíritu de equipo y el buen humor que desde el principio pusimos todos en juego, nos facilitaron la tarea».

Así ha debido ser, pues este grupo de moteros ya se está planeando la preparación de nuevas rutas aprovechando la interesante experiencia del paso por esta Cañada Real. «En ella, aprendimos que estos viejos caminos, con su laberinto de veredas y cordeles, son infinitos. Y también comprendimos que quizá, debajo de aquella estela solitaria, no haya nada, porque los héroes, como los caminos, como la cañada, son eternos».

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Puentes antaño de particulares y hoy medio abandonados eran cruzados por las merinas en su trashumancia, debiendo pagar un «pontazgo» al propietario por cruzarlos. Otra señalización que nos indica que las cañadas se están recuperando. Horizontes sin fin en las dehesas que atraviesan la Cañada Real, y «lidiando» con el terreno donde la pista no existe. Abajo, El Puente del Arzobispo, de la ciudad del mismo nombre, sobre el Tajo. En la página contigua, fin de la ida. Ahora había que volver. Pero para eso habíamos ido, ¿no?