Nicky Hayden: un tipo que admiraba

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Nicky Hayden
Ismael Bonilla
Ismael Bonilla
Nunca he sido mucho de pedir hacerme fotos con ningún famoso o celebridad. Con los dedos de una mano creo que podría contar las veces que ha sucedido. Y una de esas veces, fue con Nicky Hayden.


Tuve la ocasión de coincidir con Nicky Hayden hace cuatro años en la presentación mundial de la Ducati Panigale R en Austin. Nicky, junto a Ben Spies, ejercían ese día como monitores/embajadores de lujo de Ducati. Ambos eran pilotos de la marca en MotoGP. Hayden en el equipo de fábrica, y Spies en el Pramac.

Para mí, y para tantos otros, Nicky era un tipo al que admiraba. Es de esas sensaciones difíciles de explicar. Aún sin conocerle, y solo con lo visto por TV, ya percibía que era una persona con un carisma especial. Esa clase de personalidad que o se tiene o no se tiene. No se puede entrenar ni comprar. Por eso quería «mi foto» con él.

Entre tanda y tanda no era fácil abordarle. Cada vez que se bajaba de la Panigale, un montón de gente le rodeaba para pedirle fotos, para preguntarle por su temporada o para intercambiar impresiones de la Ducati. «Tiene que estar hasta los huevos«, pensé yo. Incluso hubo un momento que pensé en desistir de pedirle la dichosa foto, porque si algo no me gusta es agobiar a nadie.

En un momento dado vi que estaba solo con una persona, y con cierta vergüenza me acerqué y le pregunté si podíamos hacernos una foto. Dejó de hablar con la otra persona al instante –se ve que era de su confianza-, y con una enorme sonrisa y un auténtico inglés «yanqui profundo», me dijo «Sure man!! What you need» (o algo así). Después estuvimos tres o cuatro minutos hablando sobre la Panigale y el recién estrenado circuito de Austin. Me trató como si me conociera de toda la vida, con una naturalidad y buen rollo que de lo que me daban ganas era de decirle si nos íbamos a tomar una cerveza.

Hay pilotos del Mundial –la mayoría- que cuando hablan con un fan son superamables y da gusto. También los hay –algunos- que son amables porque forma parte de su trabajo y es lo que tienen que hacer, pero se ve que es un poco forzado y no están cómodos. Y también los hay –los menos-, que son más secos que un cardo. Pero de verdad que Nicky y bajo mi propia experiencia… era un tipo increíble. Y, por supuesto, un superpiloto. Y sí, en solo unos pocos minutos me quedó muy claro que era alguien especial. ¡Qué privilegio para mí haber podido compartir pista con él aquel día!

Por eso tienen toda la lógica del mundo las palabras que estos días – y especialmente ahora que se ha confirmado su fallecimiento- estoy leyendo en las redes sociales por parte de todo el mundo. Mucha gente está compartiendo fotos de Nicky y con Nicky. Y yo también quiero compartir la mía y hacerle este pequeño homenaje. Cuando escuché la noticia de su accidente, me recorrió un escalofrío. Y hoy, con la de su muerte, todavía más.

Siempre intento sacar algo positivo de todo, hasta de una noticia tan triste como ésta. Y creo que alguien en general, y muchas personas en particular, deberían plantearse seriamente la situación de los ciclistas en las carreteras. No sé cuál es la solución. Si fuera fácil, alguien ya la hubiera implantado. Pero está claro que lo que no es una solución es dejar las cosas como están, porque lo que está pasando últimamente con accidentes con ciclistas no es ni medio normal. Y lo de tratar de concienciar y multar a los conductores de coches, ya hemos visto que tampoco funciona. Tampoco es ni medio normal que sea más peligroso circular en bicicleta que pilotar una MotoGP a 300 Km/h.

Nicky, desde este modesto rincón, te doy las gracias por todos los momentos que nos ha hecho disfrutar a todos los amantes de motociclismo. Has vivido en 35 años más de lo que muchas personas vivirían en 10 vidas. Por eso, y por todo lo que no hemos conocido de ti, te mereces descansar en paz.

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