Cómo elegir las mejores botas de moto para el invierno
La conducción de una moto pertrecho de calzado inadecuado apenas servirá para ulteriores postureos. Llegamos al destino pretendiendo vestir como una persona que se mueve en coche, pero lo que no sabemos, o simplemente no somos consciente de ello, es que estamos sufriendo un elevadísimo riesgo de sufrir graves daños físicos en caso de accidente; tal vez lo peor sea que, con muy poco, el “destrozo” provocado puede llegar a ser descomunal. Piensa que recuperar una articulación dañada no es tan fácil, eso dando por hecho de que pueda restablecerse la movilidad al completo. Algo que en muchas más ocasiones de lo deseado se convierte en una empresa harto complicada aunque el golpe en un percance de tráfico haya sido, como decimos, aparentemente leve.
Una vez somos conscientes de que el equipamiento rodando en moto resulta vital para nuestro bienestar, pensemos que durante el invierno todo se complica un poco más… aunque nadie pueda detener nuestro ánimo por disfrutar de nuestra montura o, al menos, continuar haciéndonos valer de sus innegables capacidades para movernos de un lado a otro de la ciudad eludiendo los atascos en horas punta, problemas de aparcamiento, etc. Si ese es tu caso, ¿por qué continuar circulando en moto con los botines que usas durante los meses menos gélidos del año? De acuerdo, tendrán protecciones y son resistentes a las rozaduras y demás, ¿pero están preparados para soportar frío intenso o lluvia continua durante tus desplazamientos?
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Lo que no debe faltar en una bota de invierno
Partimos de la base de que una bota invernal se encuentra relacionada con la habitual bota de turismo, si bien es cierto que dentro de estas aparece una amplia oferta de modelos que van desde los más sencillos y básicos de caña baja o media hasta las típicas botas cuyo fin es encontrarse en consonancia con un uso trail de la moto. Estas últimas ofrecerán, a priori, una excelente protección dada su obligatoria estanqueidad para hacer frente a vadeos de ríos, pasos por charcos y demás desafíos campestres. Pero mucha atención a todo esto, porque en ocasiones encontramos productos cuya estética no se corresponde con una realidad presupuesta. Además, y en caso de ser efectivamente una bota bien armada, contará con el inconveniente de la incomodidad general, tanto en la puesta como en la excesiva prevención en el desarrollo de movimientos… sobre todo pensando en el momento en el que debas caminar, subir escaleras, sentarte, etc., por no hablar de la estética, demasiado “profusa” como para pasar desapercibido que, en parte, es lo que aquí también cuenta.
De modo que nuestro objetivo es hacernos con un par de botas que, sin ser extravagantes, tampoco se muestren endebles frente a lo que de verdad tienen que hacer cuando las cosas se complican en marcha: elevado índice de protección frente a impactos y, al tiempo, unos mínimos niveles de confort a la hora de desarrollar las actividades “fuera moto” que el día a día nos suele reservar.
La importancia del tamaño
Pensemos en esa bota veraniega, cómoda y ligera que usamos durante prácticamente todo el año. Sí, no es aconsejable, pero tal vez te la pongas porque no dispones de otra cosa. A fin de cuentas, es para rodar en moto. En ese caso, piensa que tanto la superficie del calzado como el interior han sido diseñados para que te quejes lo menos posible de los agobios veraniegos; todo ello sin olvidar que existe un despliegue mínimo de protecciones que asistirán a las zonas clave del pie en caso de impacto. Sin embargo, y aunque solo sea por tener la frase como recurso para recordarlo, el tamaño realmente importa. Piensa que toda la zona desde el tobillo hasta la pantorrilla que no cubre esa bota de caña corta, la tienes “al aire”, sin protección alguna y libre a modo de nula barrera de contención frente al frío y la lluvia.
Es aquí donde impera, en una buena bota invernal, el empleo de una caña amplia y de cierta altura, cuanto mayor sea esta, mucho mejor. Los acolchados dispuestos en la zona frontal inferior y exterior servirán para facilitar la movilidad del tobillo, pero siempre dentro de un orden, ya que al tiempo deberá servir como límite para no forzar el giro en caso de accidente. Por esta razón son de aplaudir las típicas zonas “de fuelle” en la parte alta del empeine y trasera del tobillo en su unión con la caña. Un punto, a su vez, también crítico para la cremallera de cierre, ya que los continuos movimientos de torsión le suponen un estrés elevado al propio dentado de la misma, con lo que un buen consejo en este aspecto sería subir y bajar la cremallera con cuidado al pasar por esta zona.
Zonas de impacto
Además de la ya mencionada superficie frontal de la caña, donde un impacto pondría en serios apuros la estabilidad tanto de la tibia cono del peroné, existen otras zonas expuestas del pie donde los refuerzos o las protecciones son vitales. Una de ellas es la propia puntera, donde no solo la acción sobre la palanca del cambio en la bota izquierda marcará el empeine, sino que un fuerte refuerzo en todo el arco de la punta es necesario para que la seguridad de los dedos de los pies no quede en aprietos en caso de impacto; incluso no serías el primer motorista que comprueba cómo el coche que tiene a su lado arranca antes que él, pisándole el pie de contacto con el suelo durante la detención para rebasarle, de regalo, a escasos milímetros del extremo del manillar… Y ya que hablamos de la puntera de la bota, en ocasiones existen modelos con protecciones al más puro estilo racing, esto es, con pastillas atornilladas en los exteriores de la zona. En realidad, y para desplegar una conducción turístico urbana, no es algo que sea exigible, pero nunca está de menos puestos a ser exquisitos con el material que empleamos. En el diseño se encuentra gran parte del secreto para una perfecta integración con el conjunto.
Otras zonas que sí deben mostrar protecciones es el tobillo en todo su contorno, especialmente la parte posterior, mejor cuanto más rígidas o con una alta capacidad de absorción. No deben pasarse por alto tanto el maléolo externo como interno, ya que debido a su protuberancia se encuentra excesivamente expuesto a roces e impactos en sus dos caras. Por lo general, las protecciones que lo asisten suelen encontrarse perfectamente camufladas; en otras ocasiones se muestra como parte de un diseño más agresivo. Sea como fuere, no deben faltar en ningún caso.
Elementos periféricos: suela, membrana, cierres y ajustes
Con la base de la bota invernal claramente establecida, buscaremos un modelo que nos ofrezca otras soluciones que nos harán la vida motera invernal más fácil, como es el hecho de contar con una suela antideslizante. Sí, parece obvio, pero no todas las botas que puedas encontrar para estos menesteres garantiza un perfecto agarre sobre firmes deslizantes, lo que no es algo que deba situarse en un segundo plano precisamente en la época del año en la que nos encontramos. Por cierto, y en cuanto a la suela se refiere, algunos fabricantes prefieren darle una vida, digamos, algo limitada a la superficie de la misma en un intento por contener gastos, por lo que nos podremos encontrar con una bota en perfecto estado de revista pero con una suela «en las lonas» sin la necesidad de haber hecho un maratón. No quedan muchos, pero todavía existen artesanos del calzado que te lo podrán reparar para dejarte el par como el primer día. Un buen zapatero te pedirá un dinero, sí, pero ahí deberías valorar si es momento de cambiar de par o alargar un poco más su vida por los cuidados que le has brindado durante las últimas temporadas. Lo mismo podría aplicarse con las platillas interiores, donde una bota demasiado básica apenas dispondrá de materiales “de saldo” que deberás compensar por tu cuenta y riesgo. ¿De verdad te merece la pena?
Al hilo de las calidades del material, cada vez hay más botas que anuncian el empleo de membranas micriporosas que evitan la entrada del agua y detienen el frío en su exterior. Aparte de la calidad de la misma, como decimos, grosor y demás cualidades marcan las pautas en el desarrollo de su trabajo. Piensa además que una cremallera mal protegida o muy expuesta podría arruinar el efecto de la propia membrana. Ten en cuenta ambos aspectos.
Y ya que hablamos de la cremallera, el ajuste es otro de los detalles que tendrás que valorar a la hora de la compra. ¿Quieres algo rápido o no te importa disponer de cierres tipo “esquí”? Independientemente de tu elección, piensa que incluso una bota, por difícil que esto parezca, puede desprenderse en un accidente. Si tenemos que buscar un punto intermedio entre fiabilidad y mesura, una buena cremallera que evite efectos dañinos en puntos de doblez extrema debería estar asistida por una larga y ancha lengüeta de velcro que la recorra a lo largo y ancho de todo del trayecto. Por supuesto, se convierte en imprescindible un recio tirador que aguante la fuerza que sea necesario imprimir para subir la cremallera, ya sea porque nos hemos equipado con gruesos calcetines invernales tipo “media”, o tal vez porque queremos sumarle su efecto a unos pantalones interiores térmicos.
Todo vale frente a la lluvia y el frío invernales, sin olvidar los siempre imprescindibles elementos reflectantes, que probablemente y pensando en ello, quedarán ocultos cuando aparquemos la moto por aquello de caminar «de incógnito». De todos modos, recuerda lo básico: cuanta mayor superficie y calidades disponibles, mayores probabilidades de éxito tendrá nuestro duro propósito. ¡Buen invierno!