Chaquetas de moto: cómo elegir la mejor para el invierno
La crudeza del invierno pondrá a prueba tu equipamiento motociclista. Tal vez sea ya el momento apropiado para hacerte con los servicios de una buena chaqueta que cumpla con los requisitos que merece tu osadía para montar en moto en los meses más contrarios para ello; al menos a priori, aunque los que lo hacemos de manera habitual somos conocedores de las bondades que reporta una chaqueta “equipada hasta las cejas” con todo lo que necesita para hacernos la vida motera más fácil. Las diferencias entre una prenda “bien hecha” de otra que “podría valer” intercalan un abismo entre la felicidad y el sufrimiento, el buen rato que pasemos a los mandos de nuestra moto o acabar desquiciado intentando llegar cuanto antes a casa.
Por tanto, analicemos punto por punto todo aquello que nos vendrá bien… y lo que no tanto, por si tienes la oportunidad de esquivarlo y evitar así una desagradable sorpresa.
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-Antes de elegir la chaqueta que más te gusta, piensa en el uso que le darás. Recuerda que las de piel suelen empaparse con facilidad y, por tanto, el riesgo de que acaben calando es muy elevado frente a las textiles, a priori más resistentes y, por lo general, mejor equipadas para soportar jornadas bajo el agua.
-Las prendas que cubre hasta la cintura suelen ser elegantes y sientan bien, pero si buscas protección de verdad, la máxima posible, elije una chaqueta larga o “tres cuartos” capaz de prolongar su cobertura a la altura del trasero. Hay quien prefiere evitar ese extra en longitud porque simplemente puede llegar a molestar mientras conduces. En realidad, las molestias que podrían producir quedan lejos del plus en protección ofrecido.
-Existen zonas sensibles que deben quedar literalmente blindadas frente al frío y la lluvia. Una de ellas es el cuello. De acuerdo, puede suceder lo mismo que comentábamos sobre la longitud de la prenda en la cintura, apareciendo sensaciones de agobio o “encerramiento” en una parte directamente afectada por el movimiento como es el cuello (continuos giros de la cabeza en plena conducción). En ese caso, busca una chaqueta que, al menos, ponga las cosas difíciles al agua en caso de azote directo en marcha. Qué duda cabe que cuanto más alto y cerrado se diseñe la zona del cuello, lograremos más protección. Vigila de manera especial cómo queda el tirador de la cremallera, si molesta cuando cierras la solapa central o al ajustar la correa que cierra ambas partes de la chaqueta en este punto. Ojo también al interior, donde deben predominar materiales suaves y agradables al tacto.
–¿Cuántos forros tiene tu chaqueta? Las de tipo “cuatro estaciones” ofrecen la versatilidad suficiente como para ser usadas todo el año… precisamente porque disponen de diferentes capas que podrás desmontar con la llegada del calor para volver a usar cuando regresa el frío. Aunque no siempre queda dispuesta en un forro independiente (lo cual es recomendable), podría considerarse como más importante la membrana microporosa, aquella que permite evacuar el calor que desprende tu cuerpo pero que, por el contrario, impide que penetre el agua o el frío desde el exterior. En función de la calidad del material de la propia membrana así será el precio y, por ende, su capacidad para realizar de manera correcta dicho trabajo. En este caso, recuerda el viejo dicho: nadie vende duros a peseta. En definitiva, vigila en la tienda cuántas capas dispone la chaqueta que tienes entre manos, de qué materiales están compuestas y la facilidad (o dificultad) para su montaje y desmontaje, donde cremalleras, velcros y clips deben estar bien a mano y ofrecer unas mínimas calidades para no desfallecer en pocos usos.
-Te preguntarás cómo lo haces para llevar el móvil, la cartera o el mando del garaje encima sin que nada perezca por efecto de una lluvia intensa en plena ruta… Todo ello es fácil con una buena prenda que disponga de membrana microporosa, sí, pero también dando cobertura a los bolsillos. No siempre estos suelen disponer de este pequeño “detalle” a su servicio y no serías el primero en tener que tirar el teléfono a la basura por haberse empapado. De hecho, hay chaquetas que anuncian a bombo y platillo la disposición de bolsillos impermeables cuando la cruda realidad termina por demostrar justo lo contrario. ¿Un consejo que nunca falla? Fácil: envuelve en una o dos bolsas de plástico cada elemento por separado y en cada bolsillo, sea o no impermeable según describa la ficha técnica de la prenda. El reparto de enseres será vital para que no te acabe abultando más de la cuenta y, por tanto, molestando lo que acumules en cada bolsillo.
–¿Y cuántos bolsillos son necesarios? Ni más ni menos que los que necesites. Hay quien se vuelve loco buscando entre los muchos que ofrezca una chaqueta para encontrar lo que necesita, con la lógica y molesta pérdida de tiempo. Pero lo que es indudable es que la facilidad de acceso resulta un punto a favor, sobre todo cuando necesitamos lo necesario rápidamente a mano. Si además “escondemos” lo más valioso al máximo, es decir, cuanto más oculto, mejor, añades seguridad al contenido. Por ejemplo, una cartera alojada en el bolsillo vertical interior al que accederemos tras bajar la cremallera central, estará a buen recaudo y más protegida que en cualquier alojamiento exterior, donde una mano “enemiga” o simplemente una caída con arrastrón incluido podría dar al traste con nuestra documentación, tarjetas, efectivo, etc. De ahí la enorme practicidad de los bolsillos interiores verticales situados en la zona superior de la chaqueta, con capacidades generalmente amplias. Huye de una chaqueta si apenas cabe al completo tu mano cuando accedas al interior.
-Busca ajustes en zonas vitales como los mencionados del cuello en los brazos (por los biceps y en los bordes de la manga, en las muñecas), cintura y parte inferior de la chaqueta en caso de ser un modelo largo. Con el tiempo, de las correas agujereadas con hebillas hemos pasado a las más rápidas inserciones de velcro o clips en las tiras de ajuste. Sin embargo, un uso intensivo sobre ellas puede llegar a provocar un desgaste prematuro y, con ello, la pérdida de eficacia en su trabajo. Una vez más recordamos aquello de “lo barato sale caro”, de modo que no pretendas encontrarte con ajustes de calidad en chaquetas “de saldo”.
-Por supuesto, no salgas de la tienda con tu chaqueta sin el correspondiente equipo completo de protecciones, a saber, hombreras, coderas y espaldera (si dispone de pechera o airgab, lo rematas). Atención, porque hay marcas que directamente prescinden de ciertos elementos para venderlos como equipamiento opcional. No prescindas de ello y añádelos al carrito de compra. Tu seguridad y salud están en juego.
-Gran parte de la vida de una chaqueta la encontramos en la cremallera central. El tirador de la misma deberá ser lo suficientemente grande como para que podamos usarlo con guantes de invierno puestos, mientras que una solapa deberá cubrir el recorrido al completo (con cierre por clips o velcro), lo que garantizará un blindaje óptimo frente al frío y la lluvia evitando que lleguen a traspasar los dientes de la propia cremallera. La rotura de esta implica gastar un dinero para su reparación que no siempre merecerá la pena, ya que podría ser uno de los síntomas de desgaste general de la prenda.
Podría decirse, a modo de resumen, que frente a los gustos entre una chaqueta invernal de piel o textil, de cintura corta o larga, la mejor garantía para que nos proteja en los momentos más difíciles de rodar en moto es confiar en el mejor tejido exterior, nylon o similar, así como las soluciones más probadas en el interior, con capas desmontables en las que deberán intervenir tanto acolchados de calidad como membranas microporosas de prestigio. Así, nadie ni nada nos detendrá para continuar disfrutando de nuestra moto el resto del año. No renuncies al placer de pilotar o a la practicidad de desplazarte sobre dos ruedas y cuídate al máximo con una buena prenda homologada.