Pingüinos, o cómo acabar con un icono

24 Pingüinos, o cómo acabar con un icono
La esencia de Pingüinos en fotos
David Garcia
David Garcia
Este año se ha dado la estocada definitiva a una de las mayores y mejor forjadas leyendas del motociclismo en España. Estoy hablando de la concentración de Pingüinos.


Sí, todos sabemos que se han presentado alternativas organizadas por políticos que no van a dejar escapar de Valladolid (capital, en este caso) un gran evento turístico y su ingreso de dinero como es Pingüinos. Han organizado otra concentración que sí parece que se llevará delante en un nuevo lugar, sin olvidarnos de Motauros, la «rival» de Pingüinos en los últimos años que se celebra el fín de semana siguiente. Pero Pingüinos, la mítica concentración Pingüinos, aquélla que gracias al esfuerzo de Mariano Parellada y otros muchos apasionados que le ayudaron desde su aparición ¡en el año 1977! como concentración llamada HIPO 77 (Hipoconcentración de Valladolid) y desde el 82 ya denominada Pingüinos, convirtió esta reunión de «locos moteros» (así nos consideran ahora, así que imagínate en el 77) en todo un estandarte del mototurismo a nivel mundial. Realmente, ésta era una de las pocas ocasiones en que pueblos de la zona como Tordesillas, Boecillo o la propia Valladolid aparecen en las noticias al cabo del año por un evento turístico que reunía a decenas de miles de visitantes.

Personalmente, y este es el motivo por el que he querido escribir estas líneas, Pingüinos la he disfrutado de todas las maneras que te puedas imaginar: visitante curioso, trabajando en los stands que allí se instalan, motorista apasionado y, los últimos veintitantos años, como periodista. Ello me permite tener una visión global de su historia y evolución, y sentir de nuevo en mis carnes cómo cuando alguien llega al éxito, los lobos hambrientos de codicia, dinero y fama se echan encima de las personas apasionadas que han luchado años muy duramente por llevar adelante su sueño. Y mucho más si tu pasión son las motos.

segundadoble2Me explico. Toda la guerra que ha habido alrededor de la concentración de Pingüinos no me ha afectado directamente, porque como ya os he dicho la llevo cubriendo estos últimos años como periodista y mi relación con los organizadores es de simple y gran amistad. Pero, por supuesto, también soy motorista, y el segundo fin de semana de cada año, ir a donde se organizase la concentración era casi como un acto de fe. Y lo hacía porque quería y porque me gustaba, no solo por trabajar. Y como yo, los mucho más de los casi 30.000 inscritos que allí iba. Todos sabemos que la diferencia real entre asistentes e inscritos es abismal, sin contar los turistas puros que, sin tener moto ni nada parecido, iban allí atraídos por ese festival de color que alumbraba la gélida Castilla de principios de enero. Por tanto, podemos calcular la afluencia en más de 50.000 visitantes durante dos o tres días que dejaban en la zona varios millones de euros, y que ahora ya no será así por simple y ramplona vileza política.

Sigamos.

THE END

¿Qué pasa para que las fuerzas políticas permitan que un evento de esta repercusión mediática a nivel nacional e internacional, y con este impacto económico, simplemente desaparezca así, sin más? Buena pregunta y, como dicen en el reciente exitazo del cine español Ocho Apellidos Catalanes, la respuesta sería «España, eso es lo que pasa».

Pues sí, solamente en un país como éste se puede permitir que un miembro hiperactivo de Ecologistas En Acción pueda llevar adelante la cancelación de semejante evento con 34 años de historia (en el que nunca había pasado nada realmente problemático, y menos aún que yo sepa desde el punto de vista ecológico), mientras que en el mismo pueblo en que Pingüinos se celebró durante 13 años y donde desde entonces se celebra Motauros, tiene como máxima fiesta la matanza pública y multitudinaria de un toro ¡Y no pasa nada!

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Al decir que no pasa nada, me refiero a que ese mismo ecologista hiperactivo podía centrar sus fuerzas en evitar esa especie de asesinato multitudinario que, al contrario que Pingüinos, forra los medios de comunicación nacionales internacionales de escenas dantescas mostrando cómo un toro muere ahogado en sangre. Y que conste que todo esto no lo digo por criticar o atacar la tradición del Toro de la Vega, que me puede gustar o no, pero sí criticando una situación en la que un ecologista se dedica a atacar una reunión amigable, internacionalmente famosa y muy bien acogida por todo el entorno, en lugar de evitar directamente la matanza de un animal, y si no lo hace es por dos motivos: porque no le interesa o porque no puede. Si no le interesa, es que este pretendido ecologista es básicamente un estafador y un asesino de animales, y si no le dejan es porque las luchas políticas han elegido un evento de relumbrón como es Pingüinos para disputarse el poder e intentar dejar claro quién «la tiene más grande» aunque para ello tengan que destrozar la ilusión de muchos aficionados y vecinos de su propia zona que disfrutaban de un evento rentable, agradable, espectacular, que todo él gustaba y que, de paso, no se basaba en matar a ningún ser vivo. Importante detalle.

¿Alguien se imagina que en Pamplona se suspendan los encierros de los Sanfermines porque los toros sufren lo indecible y hay varios seres humanos heridos y muertos al año?, ¿o que los conciertos del Rock & Río se anulen porque se celebran en plena naturaleza y los animales de la zona se estresan? Pues yo tampoco me lo imagino, y reitero que tampoco me declaro a favor ni en contra de estas ideas, y también reitero que cualquier ecologista de verdad se podría preocupar más de un evento en que se matan animales y mueren hombres que de una reunión de motoristas por grande que sea.

La historia de Pingüinos y el ataque de los carroñerosamotonamiento 2 2

Como decíamos, en nuestra sociedad, cuando alguien llega al éxito, siempre hay un buen montón de carroñeros dispuestos a aprovecharse de ese éxito. Y, si pueden, destruir a esa persona. Éste es el punto al que ha llegado la concentración de Pingüinos, pero no ahora, sino desde hace ya muchos años en varias ocasiones. Por si no lo sabías, te cuento unas historias.

Primero definamos la palabra carroñero. El diccionario dice que es un «animal que se nutre de carroña» y también «persona que toma provecho de las desgracias de los demás». Y personas que si no tienen desgracia de la que aprovecharse, se la crean a los demás para conseguirlo…

Yo fuí por primera vez a Pingüinos sobre el año 86 u 87. Había estado dos semanas en Gijón con mi padre, quien estaba terminando el rodaje de una película. Con tantos días que coincidían con fiestas navideñas, conocí a un colaborador del rodaje que tenía una Kawasaki GPZ 600R Ninja, quien a su vez tenía un amigo que ni más ni menos había conseguido la primera Honda CBR 600 que había visto en mi vida. ¡Toma ya!

Yo, con mi vetusta (aunque para mí nueva, la había comprado de segunda mano) XJ 650, me encantaba rodar con ellos solamente para ver sus motos. El caso es que me dijeron que se iban acercar a una concentración espectacular que había en Tordesillas, de la que yo también había oído hablar pero nunca había podido ir.

Dicho y hecho. Ya de vuelta en Madrid, quedé con ellos en el pueblo vallisoletano donde la leyenda del frío pendía como una espada por encima de todo aquellos que nos arriesgamos a acercarnos, ¡y con razón! ¡Madre mía qué frío hizo! El caso es que yo ya había hablado con alguna revista de motos para colaborar con ellos, y unos conocidos me dijeron que un hombre moreno, de poblado mostacho, caminar rápido e infatigable, con una gorra en la cabeza y una inseparable compañera rubia tan infatigable como él, quien organizaba todo aquello. Él era Mariano Parellada, la chica Maite, y nunca se me olvidará cómo les vi pasar mil veces hablando con mil personas fuera día, noche o amanecer, rodeados de barro, nieve y frío. Me preguntaba cómo era posible que semejante cantidad de gente en moto pudiera acampar allí, sin problemas y disfrutando cada instante, y Mariano y Maite eran la respuesta.

Aquella edición todavía no me presenté, y tardé en conocerlos personalmente unos pocos años más, cuando ya hacía las crónicas anuales para Motociclismo. Entonces ya puede comprobar en primera persona y valorar el esfuerzo, el tiempo y la cantidad de gente e inversión que hacen falta para que 30.000 inscritos más todos los turistas, visitantes y no inscritos, puedan estar allí sin que ocurra nada malo. Y tengamos en cuenta que en medio de la pradera castellana a principios de enero, donde es normal la niebla cerrada, la nieve, las inundaciones y fríos polares, el detalle de «sin que ocurra nada malo» es fundamental.

En el año 95 también hubo una concentración «paralela» a Pingüinos, creada por algunos que se habían separado de la organización original y habían decidido organizar una reunión motorista en pleno Valladolid. Por supuesto, todo anunciado como la mejor de las maravillas, en un entorno mucho menos agresivo que el Pingüinos original (en el bosque de Tordesillas en aquel momento) y con todo tipo de eventos. Javier Herrero, director de la revista en aquel momento, me envió a cubrir ambas concentraciones con todo tipo de detalles, fotografías y crónicas, porque a él le dolía tanto como al resto de nosotros que alguien decidiera atacar a la mejor concentración de Europa sin ningún motivo aparente, entre otras cosas por el daño que podía hacer a la afición motorista en general. Como habrás deducido, esta «maravillosa» concentración alternativa duró un año y no se volvió a saber de ella.

En el 99 fue el único año que tuve que ir a Pingüinos en coche. Me había roto un brazo y tanto mi compañero Miguel Ángel como yo fuimos con las cámaras y demás pertrechos metidos en el maletero€ ¡y menuda suerte que tuvimos! Fue la edición del Juicio Final, donde la tormenta de frío y nieve que cayó en toda España fue absolutamente dantesca. Hizo tanto frío que las cámaras no disparaban porque se congelaban, e incluso he estado buscando una foto que saqué de una Harley-Davidson Fat Boy que estaba en la explanada central y, según empezó a caer del cielo todo el granizo, agua y nieve que te puedas imaginar, se fue hundiendo en el barro. Al final, solamente quedaban fuera de la tierra el depósito, el manillar y un trozo de faro.

Ya antes de esta fecha, Mariano había pedido colaboración al Ayuntamiento y a todas las fuerzas vivas de la zona para evitar problemas en caso de que hubiera una climatología adversa. Como la hubo (aunque no ocurrió nada grave, gracias a Dios), y esa colaboración y ayuda no se confirmaba nunca, Pingüinos cambió su nido a Boecillo. En este caso, el ayuntamiento de Tordesillas hizo lo imposible por no perder la fuente de ingresos y turismo que era la concentración, y organizó apresuradamente la celebración de Motauros, la cual se ha convertido en una reunión importante del calendario mototurista nacional y se sigue celebrando.

Y aquí llegamos al 2014, donde ya se anuncia que miembros de Ecologistas En Acción llevan amenazando durante mucho tiempo con lograr la prohibición de la concentración, y lo consiguen. Esto se sabe varios meses antes de enero, por lo que la organización de Pingüinos se pone en marcha para poder buscar una alternativa, pero está claro que los políticos y estamentos oficiales que deben coordinarse (y luchar, digo yo, porque es un evento que beneficia a su provincia) para lograr encontrar un sitio con las condiciones donde se pueden reunir decenas de miles de personas no están a la altura. No se concretan una serie de procesos, decisiones y acciones que deberían haber solucionado todo, y los organizadores llegan a la conclusión de que no se puede realizar Pingüinos con una mínima seguridad. Por supuesto, los políticos siempre dicen que ellos ofrecen un terreno, que no hay problema y que, si hasta ahora se ha hecho en medio del campo, ¿por qué ahora no puede ser?

Para conocer la respuesta habría que saber de motos y de cómo organizar una concentración, saber que algunos accesos de arena son peligrosos, y en caso de lluvia o nieve MUY peligrosos. Que se necesitan unos medios mínimos como servicios, zonas de acampada, tendido eléctrico, etc, y que a los que les gustan las concentraciones motoristas no quieren ser metidos en medio de un terreno yermo como prisioneros judíos en un campo de concentración. Y por esto, los políticos criticaron y atacaron a los que llevaban organizando Pingüinos casi 40 años.

oscar puente pinguinosLo último

Acabo de leer declaraciones del recientemente nombrado nuevo alcalde de Valladolid, Óscar Puente. Este nuevo alcalde no ha logrado que los organizadores de Pingüinos tengan la seguridad de poder hacerla en unas condiciones mínimas de seguridad y habitabilidad, y aquí parece haber estallado la guerra. El ayuntamiento vallisoletano ha decidido crear su propia concentración alternativa (sí, como aquélla del 95) y ha decidido llamarla «Fiesta de la Moto». También, como aquélla, promete conciertos, acampadas impecables, regalos todo maravilloso. Yo, en mi limitado conocimiento del mundo de la moto y de la forma más humilde, me permitiría recordar a este señor alcalde que no dudo de sus buenas intenciones, pero que piense que no ha habido ni una sola concentración en España organizada en una capital urbana que haya tenido éxito, y menos si meten a 50.000 personas un fin de semana completo en la ciudad. Es más, también le recordaría que a una concentración se va acampar y a vivir la moto, no a perderte por una gran ciudad y a dormir en hoteles. Le recordaría la en su momento famosa concentración de Marbella, en plena primavera, que contaba con muchos más medios, más publicidad y condiciones y entorno más favorable que Valladolid, y que murió de gigantismo y lucha política.

Lo que sí he leído es que este voluntarioso alcalde hace declaraciones del tipo de «El Ayuntamiento lo que pretende y va conseguir es proteger algo que es de la ciudad. No podemos permitir que perdamos tantos años de historia que han ligado Valladolid al mundo de la moto». Esto es mentira. La concentración de Pingüinos no es de la ciudad de Valladolid, ni de ninguna ciudad o pueblo en concreto, sino en todo caso de los motoristas que han acudido año tras año y a los organizadores con Mariano Parellada a la cabeza, que se han dejado la piel y las fuerzas desde el año 1977 organizando la más grande concentración de motos de España. Al decir «tantos años de historia» no sé a lo que se refiere Óscar Puente, porque Pingüinos nunca jamás se ha organizado directamente en la capital, entre otras cosas porque los organizadores sabían perfectamente que semejante cantidad de motoristas en Valladolid eran imposibles de ubicar, y la concentración imposible de organizar en un entorno urbano.

Al señor Puente le puedo recordar algunos de los pueblos y poblaciones cercanas en que los motoristas nos hemos reunido para celebrar Pingüinos. Entre ellos me vienen a la cabeza Simancas, Fuensaldaña, por supuesto Tordesillas, Boecillo, Puente Duero Solo en los últimos seis años se puede decir que ha estado bajo su jurisdicción, y con eventos en la propia ciudad, pero la concentración propiamente dicha no eran la misma Valladolid.

También la situación de Turismoto, el histórico motoclub que ha organizado desde siempre Pingüinos, es complicada. El ex tesorero (abogado, por otro lado) parece haberse hecho con el poder legal y el entonces multitudinario moto club ahora parece estar compuesto por tres matrimonios, echando a todos los demás componentes que durante años han organizado la concentración y disponiendo de todos los fondos del club, la mayoría de ellos provenientes de la última edición celebrada. Además, con el club se harían también con el nombre legal de Pingüinos, con lo que el año que viene parece que podría organizarla legalmente con ese nombre. Moralmente, ya es otra cosa.

Sin meterme en analizar el porqué se ha llegado a este punto o quién tiene la razón, opino que es una mala situación para organizar un evento que se basa en la pasión, la ilusión y las ganas de montar en moto y disfrutar de la ruta de miles de personas. Seis personas no son un motoclub, y para organizar Pingüinos se movilizaban cientos que sepan lo que hacen y que no sean solo mercenarios.

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Las personas que han sido miembros de Turismoto (que parecen no serlo según el antiguo tesorero) y han luchado por Pingüinos todos estos años, quieren recuperar el espíritu que reinaba en Pingüinos hasta hace poco, masivo pero motorista de verdad. Para ello han buscado un punto a priori ideal para realizar una nueva reunión en Cantalejo, provincia de Segovia, y e principio se celebraría el mismo día que la de Valladolid con la denominación «Yo soy Pingüino. La leyenda continúa».

Follones burocráticos, luchas de poder, intereses… Pingüinos tal y como la conocíamos ha desaparecido. Esperemos que la reunión de Cantalejo reúna la fuerza que debe e imponga un punto de concentración motorista como nos merecemos en este país, y deseemos que si se logra, no vuelva a caer en las manos de políticos e interesados que solo buscan dinero sin importarles destrozar la ilusión de todos los que acudíamos a la que fue la mejor y más grande concentración de motos de Europa.