40 años en 40 momentos de concentraciones invernales

Cierto es que no están todos los que son, pero sí son todos los que están, porque desde 1982, año de la primera concentración invernal de Pingüinos, hemos vivido 40 años:

… de diferentes lugares de concentración. Desde Herrera de Duero a Cantalejo, pasando por Fuensaldaña, Tordesillas (los Portugueses y Valdegalindo), Boecillo, Simancas, Puente Duero o Valladolid.

… de desfiles de antorchas por los compañeros caídos.

… de nevadas, bajo ceros y los aquí siempre malditos días de buen tiempo, porque una invernal es una invernal.

… de Moto Club Valladolid, Moto Club Turismo Valladolid “Piñoneros”, Turismoto, Motauros y Moto Club La Leyenda Continúa. Nombres diferentes para un concepto que para el motero tienen una misma traducción: “la invernal” por excelencia.

… de campas, viandas y conversación fraternal alrededor de las hogueras.

… de excursiones a Toro, Rueda, Turégano, Sacramenia y tantos otros pueblos.

… de trofeos al inscrito de más edad, al inscrito o al Club más lejano.

… de Pingüinos de oro y Leyendas de Honor.

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… del gorro de Motociclismo y el de Fórmula Moto que, años después, siguen siendo la prenda más visible en las tres concentraciones.

… de las campanadas de la Nochevieja motera.

… del caldo pingüinero en sus diferentes denominaciones. Bien calentito, eso sí.

… del todavía más cálido abrazo de Mayte a todos los que van llegando y pasan a saludarla nada más aparcar la moto.

… de los desafíos en sus diferentes modalidades, protagonizados por esos valientes que alcanzan gestas enormes en cilindradas tan pequeñas como un 50 cc.

… de los cientos de amigos que llegan de Portugal y que sienten esta invernal como propia y patria.

… del primer inscrito, ese que llega cinco días antes de que empiece y se pone a arrimar el hombro como uno más de la organización.

Y seguimos con más momentos de concentraciones invernales

… de asistencia de El Mudo de Alcalá, que ha ido a todas todas todas, y que durante muchos años vino en la mejor compañía que se puede venir, y no me refiero a la Guzzi.

… de esos que son muy, muy lejanos: el participante peninsular más lejano, el insular más lejano, el sidecar más lejano, el ciclomotor más lejano…

… de gente que viene por carretera, por autopista, algunos que llegan sin pisar el asfalto y otros que vienen… en barco.

… de viajar con Javier Herrero llevando el coche cargado hasta arriba con las máquinas de fotos y también con cientos de revistas, catálogos, gorros, riñoneras, adhesivos, camisetas, etc.

… de noches bajo cero en las que sientes “el calor” más que nunca.

… de todos esos ¿miles? de pingüinos de peluche que vemos bajo la cúpula, sobre el casco, en el asiento trasero, como disfraz o encima del depósito.

… de lucha contra “los elementos” ecologistas.

… de la evolución en el vestir con aquellos comienzos en un poco protector cuero, cazadoras vaqueras o los privilegiados que iban con guerrera militar, hasta los actuales monos racing, las corduras o los Gore-tex.

… de esa insignia que identifica a todo inscrito y que se convierte en el recuerdo imprescindible y en el mejor testigo de que “yo estuve ahí”.

… de los chalecos y cazadoras abarrotadas, precisamente, de esas insignias, parches, chapas y pins en los que, aunque ya parezca imposible, siempre cabe uno más.

… de sidecars imposibles, de Gold Wings con caravana y de todos esos que no entienden la concentración sin la compañía del/de la respectivo/a.

… de transformaciones inimaginables de la moto que van desde los que cambian el tubarro por una trompa alpina hasta el que es capaz de equipar a la moto con un jamonero y su correspondiente jamón.

… de motosierras con manillar y puño de acelerador que amenizan las noches de campa sin necesidad de torturar al motor de la moto.

… de esas montañas de leña que el camión libera en medio de la zona de acampada y que los parroquianos hacen desaparecer con la velocidad y eficacia de un ejército de termitas africanas.

… de los puestos de recuerdos, comida, churros o el de esos portugueses que nos acostumbraron a traerse una ternera entera que asaban dándole vueltas como si fuera un pollo en el asador de la esquina.

… de saludos entre los que se cruzan en forma de uves con la mano izquierda, ráfagas furtivas, leves gestos de casco o dejando que sea el acompañante quien se ocupe de la tarea.

… de ruteros ilustres como Cuervo o Scotto que en estos eventos regalan selfies o autógrafos como si fueran Márquez o Agostini. Que, por cierto, también han visitado la concentración.

… de mujeres, no detrás, sino a los mandos de la moto, que hace cuatro décadas empezaron siendo solo un número anecdótico y que, con los años, se han convertido ya no solo en la feliz normalidad, sino que además hoy gracias a aventureras como Alicia Sornosa, Marta Insausti o Sonia Barbosa, entre otras muchas, son fuente de inspiración y conocimiento en conferencias que dan, ya no como mujeres, sino como viajeras.

… de conciertos, shows, stunts, conferencias… y todo un abanico de posibilidades de diversión que convierten a cada concentración en un plan de fin de semana irrepetible con la moto en el centro de todo.

… del mítico cartel direccional que sitúa a la concentración como epicentro motero y gracias al cual sabemos que la Isla de Man está a 2.167 km, Monza a 1.588, Laguna Seca a 8.439 o los Elefantentreffen a 2.066, entre otros muchos destinos soñados del universo moto.

… de Moto Clubs, Escuderías, Agrupaciones Moteras, etc de toda España –y de fuera– que dan ambiente a la ruta, la campa, el concierto, la hoguera y a todo.

… de organización impecable, de cuidado del último detalle, de cada señal para llegar, de cada antorcha repartida, de cada adhesivo impreso, de cada tronco cortado para la hoguera, de cada punto de información, de cada guía repartida, de cada socio del Club que te ayuda con una sonrisa, de esos pinares limpios como una patena desde el mismo día después de haber acogido a miles de personas y sus respectivas motos.

… de domingos de despedidas con la intensidad de haber estado juntos tres años cuando realmente han sido tres días.

… de esos lunes por la mañana en el trabajo con vestimenta formal y una sonrisilla que no se borra después de haber estado tres días vestido “de romano” y con el olor a hoguera pegado hasta en la ropa interior.

… y en definitiva, de 40 años de momentos vividos, reídos, llorados, viajados, compartidos, soñados… de los que, seguro, tú tienes los tuyos y que serían imposibles de rememorar en solo estas 40 líneas. No me digas que los has contado…