En busca del «Sol de medianoche» (Parte II)
Centroeuropa, por autopista
¡Qué os voy a decir a vosotros! Viajar por autopista en vacaciones en un sacrilegio, pero como he comentado, de lo que se trataba era de llegar pronto posible de Mandello del Lario a Noruega, así que, por todo Centroeuropa: Suiza, Alemania y Dinamarca ¡cera!, por lo menos por las otrora famosas -autobahn- alemanas, y dijo otrora, porque parece que se han puesto todas de acuerdo para meterse en obras, al menos en muchos de los tramos que pillamos entre la frontera suiza, por Stuttgart y Hannover, y la frontera danesa, eso si, con una señalizaciones de obras que no dan lugar al despiste. Nosotros, que nos lo prometíamos porque aquí no hay límite de velocidad, pocas veces pudimos enroscar el gas a gusto. Y en la mente, no podía ser de otra forma, Pere Navarro. ¡Qué se le va a hacer!
En Suiza, en donde si hay límites de velocidad establecidos, nada más entrar, directos a un punto de venta de -pegatina de peaje-, con la que podrás viajar por todo el país sin tener que volver a pagar más el resto del año. Este acto es voluntario; vamos, que sino quieres, no pagas- pero si te paran, te enteras. Y lo suizos soy muy suyos para estas cosas.
Uno, dos, tres días en Centroeuropa y sin llover- hasta que en Dinamarca nos cayó la mundial durante doscientos kilómetros. Llevaba buen equipamiento, pero al final, el agua buscó como colarse a la altura de la cintura. Doscientos kilómetros más -en seco- volvieron a dejar la ropa, la exterior claro, como si nada.
Se habían acabado las autopistas, las carreteras- así que, para llegar hasta Noruega, ferry en la punta de la península danesa de Jutlandia (Hirtshals) y desembarco en Kristiansand, en el extremo sur de Noruega.
Salir de Italia, cruzar Suiza, Alemania y Dinamarca nos llevó algo más de dos jornadas, con noche en Stuttgart y Hannover, dos ciudades -muy asépticas-, sobre todo en verano, aunque si me pude dar un paseo por el centro histórico de Hannover, muy pequeño pero muy apañado, donde me tomé una cerveza y un pincho de chistorra (en español, por favor) en el Restaurante Bar Celona. ¡Como en casa!
Transbordadores en cualquier sitio y a cualquier hora
El guía de la expedición, Tobía, tenía los horarios de los transbordadores controlados, pero excepto en trayectos largos (Hirtshals-Kristiansand) o medio largos, lo cierto es que no debes preocuparte muchos del horario, porque cada hora-hora y media pequeños transbordadores te permiten saltar de isla en isla o cruzas fiordos sin mayores problemas, esta, una práctica muy recomendable en Noruega porque acortarás considerables distancias para ver parajes tan espectaculares como los de las islas Lofoten, con picachos que emergen del mar para casi en vertical llegar hasta los 800-1.100 metros de altura, con una temperatura ideal en verano y que no es extrema tampoco en invierno, a pesar de estar por encima del Circulo Polar, pues hasta sus costas llega la Corriente del Golfo, por lo que el mar no se llega a helar.
Turismo cultural- más bien poco
Si uno -se despacha- 5.000 Km (casi 7.000 si lo haces desde España), lo lógico en detenerse y patearse las ciudades por las que pasa, pero lo dicho, este viaje tenía un motivo: -Cabo Norte- y por Hannover, Oslo, Trondheim, Harstad o Tromso pasamos como un suspiro.
Mi consejo, haciendo el viaje desde España (unos 6.500/7.000 Km) y no en diez días sino en 20/25, si entras en Francia por el País Vasco, costear Francia, pero incluso metiéndose en Normandía y Bretaña, seguir a París, Brujas y desde allí, girar noventa grados a la derecha hasta Colonia, o si lo prefieres más derecho: Brujas, Ámsterdam, Assen (ya que estamos allí-), Alemania y Dinamarca (Copenhague también vale un desvío) y tras cruzar a Noruega, Oslo, y aunque haya que hacer un requiebro, Bergen, después de la capital, creo que de lo mejor de este país nórdico. Pero lo dicho, echadle días, porque a Cabo Norte, ir por ir, con una vez que vayas- ya siempre lo podrás contar.
Oslo
Trondheim
Tromso
Carreteras- ¡qué carreteras!
Sabíamos que en Noruega la velocidad máxima en carretera está muy limitada; más: limitadísima: 60, 70, 80, 90 y creo que nunca vimos un 100. ¡Qué panorama al desembarcar en Kristiansand!, porque de aquí a Cabo Norte, 2.400 Km. ¡Josú!
Y efectivamente, así nos movimos en los algo más de 330 Km. que separan esta ciudad de Oslo, entre autovías y carreteras de doble sentido, y con bastante tráfico. Y es que, al parecer, en el área de Oslo la cosa está muy vigilada. Pero luego ya no. Luego nos movimos a nuestro aire, aunque las limitaciones las ponían unas carreteras retorcidas que bordeaban lagos y fiordos, pero con un asfalto increíble de limpio y como lija, y con curvas que tenían una salida impecable, sin sobresaltos. En un respostaje -la poli- nos dio un toque porque un camionero al que habíamos adelantado nos había denunciado- porque le habíamos pasado sin consideración. ¡Que jodio! Si el camión iba a sesenta y detrás venían, no uno, sino veinte obuses que en tercera le pasaban como una exhalación ¿qué quería? En fin, fue la única anécdota de este tipo en todo el viaje. De Oslo a Cabo Norte, bien de velocidad de crucero y bien en las curvas.