El recuerdo de Valentín Requena a Ángel Nieto: «codo con codo»

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El recuerdo de Valentín Requena a Ángel Nieto: «codo con codo»
Valentin Requena
Valentin Requena
Algunas veces, pocas desgraciadamente, los sueños se hacen realidad. Quién me iba a decir a mí que uno de mis ídolos de juventud, de la noche a la mañana, se iba a convertir en mi compañero de fatigas.


A Ángel Nieto lo admiré desde siempre, prácticamente desde que comenzó a prodigarse por el Campeonato del Mundo. Tuve la enorme fortuna de narrar en TVE su último título, el que hacía el 12+1. Todo un honor en el mismo año que comenzaba mi trayectoria profesional en la televisión como comentarista de motociclismo. ¿Se podía pedir más?

El destino me deparó más sorpresas. Cuando Ángel abandonó el mundo de la competición se incorporó al equipo de comentaristas de TVE. ¡Bingo! Iba a tener a mi lado, nada más y nada menos, al que era mi referente deportivo en el deporte que me fascinaba.

Poco a poco y trabajando codo con codo, pude comprobar la calidad de persona que tenía a mi lado. Un tipo comprensivo, desenfadado, extrovertido y libre como los pájaros. Él, que había luchado denodadamente para que el motociclismo tuviera la importancia que merecía, estaba delante de un micrófono para comunicar a los millones de espectadores la excelencia del deporte que había sido toda su vida. Él fue el culpable de que muchos jóvenes, y algunos no tanto, se engancharan al deporte de la moto, comprobaran su tremenda plasticidad y comprobaran el gran arrojo y talento de los pilotos.

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Nadie ha hecho tanto por el deporte de la moto como Nieto. Vivía las carreras con tanta intensidad, que se emocionaba extraordinariamente cuando un españolito subía a lo más alto del cajón y sonaba el himno español. Este detalle tuve ocasión de comprobarlo muchísimas veces, dado que la semilla que él sembró unos años antes, estaba dando los frutos apetecidos. Ángel tuvo dos deseos en su vida: que el motociclismo tuviera un gran reflejo en los medios de comunicación y que otros pilotos siguieran su estela. Debido a su bendita tozudez, consiguió sobradamente esos dos deseos. Todos los que llegaron después se encontraron que gracias a sus títulos y sus victorias, el motociclismo ocupaba un espacio importante en los diferentes medios. Su círculo más íntimo sabían sobradamente que todo aquello que se proponía llegaba a conseguirlo.

Nunca fue fácil de doblegar. En pocas ocasiones he visto a alguien defender tanto sus convicciones. Aunque estuviera equivocado, era muy complicado cambiar su trayectoria, aunque no le dolían prendas rectificar si su opción no era la adecuada. Tocó casi todos los palos del mundo del motociclismo, desde la propia de piloto, jefe y dueño de equipos, comentarista y, sobre todo, consejero de muchas de las personas que pululan por los circuitos del mundo.

Su viaje a otra dimensión nos va a privar a muchos de la amistad de este ser irrepetible que tanto nos emocionó y que tan buenos momentos nos hizo pasar. Lógicamente estamos muy tristes, pero recordando tantos y buenos momentos, esa sonrisa tan suya y tan constante, hace que los que le conocimos superemos al abandono del abatimiento.

Lamentablemente se ha marchado sin conseguir algo que le hacía mucha ilusión: el Premio Príncipe de Asturias del Deporte. Si he de ser sincero, ignoro porqué extraño sortilegio Ángel no vio realizado un sueño que le duró mucho tiempo. Otros sí lo consiguieron con menos méritos y trayectoria deportiva. Ahora, es más, seguro que ya tiene en su vitrina el Trofeo Rey del Cielo, un premio recibido de manos de otro gran embajador de este deporte como fue nuestro «Cheli» Javier Herrero, gran amigo de Ángel que le precedió en este último viaje.

Amigo Ángel, te has marchado, pero siempre estarás en nuestros corazones. Nunca pasaste desapercibido y ahora que ya no estás entre nosotros, mucho menos.

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