Cullera reverdece laureles con los grandes campeones

Agostine
Cullera reverdece laureles con los grandes campeones
Más de 5.000 aficionados abarrotaron las calles del Circuito de la Bega. Giacomo Agostini, Phil Read y Joan Garriga fueron los pilotos más buscados  por los aficionados.


La presencia de Giacomo Agostini, Phil Read y Joan Garriga era un bocado demasiado apetecible para los aficionados como para perdérselo. Las calles de Cullera, volvieron a recuperar el espíritu de antaño, con el sonido de los motores de 2 tiempos y el rugir de los megáfonos de las motocicletas con motores de 4 tiempos, y el inconfundible olor a aceite de ricino.

Un cartel atractivo para el público, donde se aunaban las motocicletas de pequeña y gran cilindrada, junto a las más modernas máquinas de Supermotard. Exhibición por un lado y carreras por otro. Un coctel perfecto. A las balas de paja, farolas y bordillos, les faltaban los adoquines de antaño, sustituidos por un asfalto con buena adherencia, pero con la dificultad añadida de trapas, rotondas y horquillas de 180º en menos de 1.000 metros de cuerda.
 
Un paddock amplio y bien asfaltado, donde se entremezclaban las modernas auto caravanas con los coches y remolques a la antigua usanza. Así más de 5.000 aficionados se dieron cita en Cullera abarrotando las calles del Circuit de la Bega.
 
La primera sorpresa, Joan Garriga con la Yamaha YZR 250 con los colores de Ducados era una imagen que ninguno de los presentes esperaba. El ímpetu del «comecocos» le costó una descabalgada de tan impresionante montura, en la primera curva. La pintura deslizante del paso de cebra hizo el resto. Recuperado del contratiempo, siguió dando espectáculo.
 
La MV Augusta reservada para el Rey «Ago» se resistía a arrancar. Rápidamente a Agostini le pusieron a su disposición una Suzuki RG 500 ex Barry Sheene, con la que pudo rodar hasta que el corazón de la MV Augusta volvió a latir. El aullido de los megáfonos encogía el alma a los aficionados. Giacomo dio todo de su parte, pero la MV para sentirse a gusto debía de girar a más de 14.000 vueltas, pero en un circuito tan corto no podía pasar de las 12.500 lo que le provocó muchos problemas al rey. Los campeones están hechos de otra pasta y Agostini se esforzó al máximo, tanto en pista como recibiendo el alud de aficionados que los asediaron en busca de una foto o un autógrafo. Tener en casa al piloto más laureado de todos los tiempos, no se da todos los días, y «Mino» se hartó de firmar como Phil Read y el propio Garriga.
 
Rodney Gould, a sus 71 años, demostró estar en forma sobre la Yamaha TD 250, como cuando consiguió su campeonato del mundo de 250 en 1970.  Campeones de España de 500 como Carlos Morante o Paco Rico estuvieron presentes. Joan Bultó, hijo del fundador de la marca Bultaco le reconocía a Salvador Gascón, la cabeza visible del evento, el haber disfrutado como en ninguna otra carrera de clásicas, con el calor del público.
 
No menos grata fue la impresión del campeón de Europa de Clásicas, el parisino Eric Saul, que le mostró su interés a la organización del evento por traer a Cullera la próxima temporada la primera prueba del Campeonato de Europa de Clásicas.
 
Entre exhibición y exhibición se disputó una carrera de clásicas de 250 cc, donde Jorge Cabanes «El Tigre» de Alcoy y Vicente Arnau, Vall d’Uxó dieron todo un recital. Joaquín Orts completó un pódium netamente Bultaco.
 
En la otra de las exhibiciones, organizada por el club de Amigos de Ricardo Tormo, reservada para las motocicletas de 80 y 125 cc, el gran atractivo era ver en acción al Campeón del Mundo Manuel Herreros «Champi» sobre la Derbi 80 GP.  A su lado, la misma Derbi con la que Champi se inició en las carreras; Pascual Royo, el descubridor del piloto de Torrent,  sobre una Bultaco 125 que acaba de reconstruir; o el campeón César Gracia, que, a pesar de su edad, era el piloto que más ilusión derrochaba.
 
Los aficionados más jóvenes pudieron contemplar algunas unidades de las motocicletas españolas de Motoccross, transformadas a velocidad con las que se corría antiguamente. El precedente del actual supermotard. Una modalidad que disputó dos mangas, y con la que se puso el punto y final a la matinal.