El beso de Ángel Nieto
«Tomás Díaz-Valdés me quiso contratar generosamente para prologar este libro con su testimonio fiel sobre la vida deportiva e íntima de Ángel Nieto. En el primer contacto sobre el tema, decliné la oferta y le hice una proposición inversa: ¿Cuánto me cobrarías por permitirme ser autor del prólogo de tu biografía sobre el más formidable campeón mundial del Motociclismo? Porque, para mí es un honor de oro de ley este hecho de levantar el telón para presentar el relato de «Las curvas de una vida» según Tomás Díaz Valdés, conocedor, como nadie, de la vida y milagros del genial piloto«.
«Mosén Segundo, el cura de la ermita, estaba orgulloso de aquella procesión motorista. Y el casco de Ángel Nieto, a los pies de la Virgen, fue un pronóstico de protección ininterrumpida. Ángel triunfó como piloto y como persona, ganándose la admiración mundial, y siempre pareció tener una ayuda especial en aquellos arriesgados adelantamientos increíbles e inteligentes«.
«Pero aún no he explicado el porqué del título de este prólogo. Es, sencillamente, un recuerdo mío de sincera emoción por un gesto del Supercampeón. Siempre me saludó cordialmente, esa es la verdad, pero en el funeral por Javier Herrero –mi inolvidable cuñado–, Ángel Nieto, en entrañable abrazo, me dio un beso de hermano. Yo lo comprendí enseguida: Era para Javier Herrero, quizás –aparte de Díaz-Valdés–, el periodista con más emoción nietista en las continuas crónicas sobre sus victorias en todas nuestras revistas de entonces. ¡Gracias, Ángel!«
NO EXAGERO
¿Ya, en las curvas, Ángel Nieto
daba al suelo con los codos?
Casi. Y admiraba a todos
infundiéndoles respeto.
Era un piloto completo
siempre el héroe de los NODOS
y ni romanos ni godos
le vencían en su reto.
Líder en cualquier batalla,
valiente como ninguno,
jamás tiró la toalla.
Su genial filosofía
compartió con Unamuno:
¡El ser mejor cada día!