Adiós, jefe


He de confesar, que muy posiblemente, Javier fuera el culpable de que yo me dedicara a esto. Fue quien guió mis primeros pasos en esta profesión. Fue el jefe implacable que no dejaba pasar una, muy riguroso, pero a la vez, reconocía los méritos del periodista cuando el trabajo se había hecho bien. Aprendí de él la constancia, el sacrificio y la entrega. Para Javier no había horas, todas las dedicaba a lo que más le gustaba. Además, como vivía cuatro pisos más arriba de la redacción, no había prácticamente separación entre su vida familiar y privada con la laboral. Todas las horas del mundo en su mesa de redacción y luego los fines de semana vivía las carreras de cerca bien fueran de velocidad, trial, moto-cross o enduro. Incansable.
Las motos y su revista Motociclismo fueron su vida, por eso cuando tuvo que dejar la dirección, creo que un capítulo importante, y mucho, de su vida concluyó. Pero tan pronto cayó se levantó con prontitud y comenzó otra nueva etapa con la misma ilusión y entrega, tanta que acudió a la redacción de Fórmula Moto tan solo a unas horas de dejarnos. El Cheli creyó que debía figurar en los manuales de entrega a esta bendita profesión del periodismo. Allí nos forjamos muchos de los que después hemos desarrollado nuestra carrera profesional en otros ámbitos y algunos de los conceptos que Javier nos inculcó, a mí por lo menos, me han valido muy mucho.
Amigo Javier, descansa o transita por esas autopistas celestiales en las que no hay límites de velocidad y aunque te vayas al suelo, seguro que no te harás daño. Dale gas y acude a esas carreras donde participarán los que siempre fueron tus ídolos y los míos.