Penitentes 2018, mototurismo en su máxima expresión

26 Penitentes 2018, mototurismo en su máxima expresión
Fotos de la Ruta de los Penitentes 2018
Fórmula Moto
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La tensión y la ilusión a partes iguales podían notarse hasta el último momento en espera de Penitentes 2018. Algunas personas iniciaban su viaje hacia tierras aragonesas sin saber aún dónde deberían acudir. La organización mantuvo el secreto hasta el último momento. Valió la pena la espera. Puntualmente llegaron las coordenadas al móvil de cada participante.


«La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres» (Don Quijote de la Mancha).

El punto de encuentro de Penitentes 2018

Finalmente, el punto de cita era un espectacular mirador enclavado en mitad del desierto de las Bárdenas Reales, perteneciente a la localidad de Tauste. Una auténtica joya para los que nos gustan los escarceos por lo marrón, en uno de los paraísos del offroad español. Ocho kilómetros de preciosa subida por pista en mitad de la nada, bajo un sol abrasador, dejando atrás una consistente estela de polvo que te hacían sentir de golpe una especie de «dèja vu» que te conectaba con algunas viejas aventuras vividas en África. En la Hospedería que allí se encuentra (precioso hotel frecuentado principalmente por extranjeros y amantes del offroad), la organización nos había obsequiado, fuera del programa, con una comida campestre consistente en unas migas aragonesas al estilo de Tauste, cuya particularidad reside en que se cocinan con pequeñas esquirlas de patata. Allí, en lo alto, degustando un plato tan aragonés como delicioso, observábamos atónitos el desierto a nuestros pies, mientras a lo lejos, entre la calima, se observaba el Moncayo y también las altas cumbres del pirineo a donde nos dirigiríamos después.

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La ruta del silencio

El recorrido de esta primera etapa discurría en sus primeros 100 km por el desierto, para llevarnos a través de desoladas y despobladas zonas ganando poco a poco altitud hacia el Pirineo. Tras remontar el valle del río Gállego y deleitarnos con el rojo de los Mallos de Riglos, comenzó la ruta por otro desierto, esta vez desierto de población. Decenas de pueblos abandonados se abrían a nuestro paso mientras sus piedras parecían emitir un grito de desesperación llamando a quienes un día dieron vida a sus muros ahora caídos: Bentué de Rasal, Belsué, Santa María, Lúsera, Nocito, Lasaosa€. Animales por mitad de la carretera, curvas y más curvas, y un paisaje desbordante que te transportaba a otra época. Tras pasar el retorcido Puerto del Serrablo y dejar volar la imaginación divisando a lo lejos la misteriosa Peña Montañesa, nos esperaba otra gran sorpresa: El Hotel. La organización se había encargado de alojarnos, ni más ni menos, que en un pétreo monasterio del Siglo XVII reconvertido en hotel de 5 estrellas.

Nuestra zona de aparcamiento, perfectamente acotada, se situaba junto a la de una concentración de Ferrari con la compartiríamos la noche. Dentro del hotel, precioso, seguirían las sorpresas. Una persona del hotel dedicada en exclusiva a nosotros y la anticipación de la organización hizo que el «check-in» apenas llevase un par de minutos. Cogimos la bolsa de material, que este año tenía el detalle de contener un polo bordado así como dos camisetas más, el parche, la pegatina € Teníamos contratada la mejor habitación del hotel, denominada «villa», que era más grande que muchos pisos de las grandes ciudades y donde podías aparcar en la misma puerta.

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Siguieron las sorpresas, pues tras el «briefing», la organización nos deleitó con una cata de cinco cervezas artesanas Premium, con su correspondiente maridaje. Teníamos muchas horas aún para dormir y descansar perfectamente.

Llegado el sábado, a la salida del desayuno nos fueron entregando los «roadbook» y nos encaminamos a la salida. Los primeros kilómetros nos llevarían por estrechísimas carreteras a través de pequeños poblados de la Sierra de Guara. Tras ellos nos esperaba el Congosto de Ventamillo, el Coll de Fadas, la sensacional y estrecha zona de Espés, el Congosto de Obarra con sus túneles y de nuevo, bajo la sombra de Peña Montañesa, camino de Ainsa para enfilar la carretera de Bielsa. Almuerzo aragonés bien surtido en Casa Turmo que nos retrotraía felizmente a las ediciones 2007-2009. Casa Turmo también es bien conocida para los que hemos hecho algún «Puertos Míticos» con la gente del Moto Club Monrepós.

El «Grandes Éxitos» de Penitentes

Con la barriga llena nos encaminamos al túnel de Bielsa. Nos esperaba el tramo que hizo famoso a Penitentes. Uno tras otro subimos y bajamos, haciendo decenas de fotos, la desconocida e impactante Hourquette d´Ancizan, el mítico Tourmalet (que Penitentes no había vuelto a visitar desde 2007) y el Soulor.

En la cima del Soulor, la camarera del bar donde tomamos un café, al ver la pegatina con el número en la moto, nos preguntó si éramos de los Penitentes, y al contestarle que sí se puso sonriente y nos preguntó si sabíamos por qué hacía tanto tiempo que Penitentes no pasaba por allí. Al decirle que el pasado año se había prohibido, esgrimió un ademán de incredulidad y meneaba la cabeza a los lados: «Desde que empezó Penitentes muchos españoles pasan por aquí y eso es bueno para el turismo. Antes de Penitentes no venían«.

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Tras el Soulor, en el Circo de Litor, colgados de la montaña en la estrecha cornisa que sustenta la carretera que sube al Aubisque, entre la bruma, daban ganas de parar en cada recodo para fotografiar un paisaje que simplemente no se puede explicar. Mientras tanto, a poco más de 20 km/h y con el alma sobrecogida en una suerte de éxtasis motorista, uno se siente pequeño en la inmensidad, mientras las diapositivas de cada metro recorrido se clavan en la mente. Una experiencia que hay que vivir.

Tras la bajada del Aubisque nos esperaba el segundo avituallamiento. Alberto y Pitu, del Monrepós, nos esperaban con una sonrisa para entregarnos un generoso bocadillo de jamón de Teruel, una bebida isotónica y un botellín de agua.

Continuamos por el Col de Maríe Blanque, con esa bajada de pendientes vertiginosas, para retornar a España por el Puerto del Somport. Pudimos disfrutar en Canfranc de las vistas de la espectacular estación de ferrocarril y tras pasar Jaca, de nuevo quedarnos extasiados con el Monasterio de San Juan de la Peña.

Faltaba la «guinda» a Penitentes. Los que somos veteranos sabíamos que algo le faltaba a este recorrido, pues habíamos hecho relativamente pocos kilómetros de carretera estrecha y rota. Como comprobamos, los organizadores no defraudaron: Puerto de Oroel con la estrecha y destrozada carretera del Parador de Oroel a Navasa, sabiamente colocados al final de ruta para recordarnos a todos que esto es y será Penitentes. Agujeros en que cabía la moto entera, gravilla, piedras sueltas€. Una vez más nos quedamos pensando en qué se gasta el dinero de las carreteras en Aragón. Después nos encontraríamos con el estrechísimo Puerto de Hoz de Jaca y la espectacular subida al Balneario de Panticosa. Aquí, la organización había cerrado en exclusiva el majestuoso Gran Hotel (hasta hace poco también de 5 estrellas, ahora de 4) para nosotros. Un lujo alojarse en un edificio histórico del siglo XIX.

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200 kilómetros de infarto

El domingo sabíamos que teníamos unos 200 km de ruta para llegar a la comida final. Ninguno esperábamos lo que venía. En una réplica de la inolvidable edición 2009, la organización nos propuso un itinerario por el Portalet, el Marie Blanque (que habíamos pasado el día anterior) para adentrarnos en la espesura del bosque de Issaux por la estrechísima carretera que lo surca. Allí, a través de los puertos de Bouezou y Labays, pudimos observar la mayor paleta de tonos de verde que ninguno habíamos visto en nuestra vida. Poco a poco los hayedos salpicados de musgos y helechos dejaron paso a los abetos, recordando aquellos bosques interminables de Suecia. Estos últimos dejaron paso a los prados de alta montaña y las formaciones basálticas de la Piedra de San Martín. Por fin pudimos disfrutar de las vistas de este puerto, tan propenso a la niebla, que en las ediciones 2009 y 2010 pasamos sin poder ver más allá de nuestras narices.

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El reencuentro con François

En la subida del Bouezou nos encontramos con François, parado al margen de la carretera. Para los que nunca han participado en Penitentes, explicaremos que François en un personaje mítico de la Ruta. Es el clásico granjero bearnés, vestido con camisa de cuadros y la tradicional boina bearnesa, que conduce generalmente un vetusto Renault 4, aunque los primeros años lo llegamos a ver también con un Dauphine. François circula de su granja a casa y aparece siempre de frente en las curvas ciegas, siempre a más velocidad de lo aconsejable en los tramos estrechos en que no es posible tan siquiera el cruce de un coche y una moto. François, a pesar de que le gusta darnos algunos sustos de vez en cuando, también es nuestro amigo, de modo que incluso acudió a Panticosa en la edición 2014 para ofrecernos una degustación de sus quesos y el vino de Jurançon que hace su primo Pierre. Este año François no quiso darnos ningún susto en la carretera, y pudimos ver que tenía aparcado su Renault 4 en un apartadero, donde departía amistosamente con otros granjeros mientras nos saludaban amistosamente con la mano y levantando el pulgar. Después de estos últimos Penitentes tan salpicados de extraños sucesos y problemas ajenos a la organización, los veteranos esbozamos una sonrisa de satisfacción dentro del casco mientras saludábamos a François, cuya sonrisa sincera, acentuada por los pómulos rojos que asomaban encima de la barba, nos demostraba que él también nos había echado de menos. Son ya muchos años de amistad.

Él y muchos otros «François» del Bearn todavía siguen sin comprender muy bien por qué sus autoridades se ensañaban con sus queridos «Pènitents espagnols», que tantas veces le habían comprado queso. Creemos que es imperativo (y sabemos que los organizadores siguen enfrascados en esa ardua tarea) llegar algún día a esclarecer la razón o el interés subyacente por el que las autoridades francesas prohibieron de tan malos modos la ruta 2017 acusando a Penitentes de cometer un inexistente delito ¡en España!, el año anterior, truncando los sueños de tanta gente.

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El regreso a España

Tras el paso de la Piedra de San Martín y ya de vuelta en territorio patrio, nos adentramos al valle de Zuriza. Entre bosques y cursos de agua nos presentamos en la aislada y bella localidad de Ansó, donde los niños apretujados en un portal nos saludaban y nos invitaban a tocar el claxon.

Tras Ansó llegó Hecho, otro maravilloso ejemplo del más puro sabor de la arquitectura aragonesa. Pasamos junto al Monasterio de San Pedro de Siresa, del siglo IX, segunda sede episcopal del Reino de Aragón donde, según nos explicaron, existió una de las bibliotecas más importantes de la Cristiandad, siempre poblada de eruditos de media Europa. La organización nos explicó que esta zona sobre la que nos encontrábamos era para los aragoneses su particular «Covadonga», donde resistieron «nuestros guerreros y nuestros Santos» y desde donde comenzó una imparable expansión que llevaría a los reyes aragoneses a dominar media península y todo el mediterráneo para después conformar la España moderna. Remontamos la carretera que se asienta sobre la antigua vía romana de Zaragoza al Bearn y por este itinerario histórico subimos hacia el Valle de Oza. Tras un desvío, entre bosques que tapaban por completo el sol, nos encontramos con el lugar del banquete final: la Borda Bisaltico. Un espectacular mirador en la montaña nos obsequiaría con una auténtica «Lifara» aragonesa compuesta por seis exquisitos (y abundantes) platos que se ponen de centro de mesa y se comparten: Migas al estilo del Valle de Hecho, chorizo a la sidra, boliches de Embún (una exquisita y rarísima legumbre local), ensaladas, bacalao ajoarriero y el remate con un entrecot del pirineo a la brasa. El ambiente no podía ser mejor. Tras el café y las despedidas, nos enfundamos de nuevo el casco para emprender el regreso a casa, con una sonrisa que seguramente durará varios días, evocando cada bellísima carretera por la que hemos pasado.

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Conclusión de Penitentes 2018

Son ya 13 ediciones de Penitentes en las que, tras revolucionar el concepto del mototurismo en España, los miembros del Moto Club Monrepós han sabido innovar y reinventarse cada año con propuestas novedosas que el resto de organizadores solo han podido imitar después. Para todos se deja ver que Penitentes sigue siendo la referencia en el mototurismo español y que sigue siendo el espejo en que se miran el resto de organizadores españoles. Este giro en el concepto organizativo que han realizado en el Moto Club Monrepós, desde nuestro punto de vista, es un completo acierto, y nos ha hecho disfrutar de un fin de semana totalmente inolvidable, así como recordar aquellas preciosas ediciones de Penitentes donde la estrella era el ambiente «motard» más puro (y no este postureo tan de moda en eventos similares debido a la popularización del formato de Penitentes). Penitentes está claramente enfocado a los ruteros de siempre, que saben apreciar el mototurismo cuando se le eleva a la condición de arte.

Consejo y reflexión final

Seguramente estarás deseando que se abra la inscripción de Penitentes 2019 y por ello queremos darte unos consejos.

En formulamoto.es conocemos muy bien Penitentes, llevamos muchos años cubriendo este evento y tantos otros, y puedes leer nuestras crónicas en papel y en digital. Por ello te podemos hablar con pleno conocimiento de causa. Para ir a Penitentes, has de saber que no puedes esperar los mismos recursos, personal, gadgets, banderitas y regalos en Penitentes que hay uno de esas decenas de eventos similares organizados por empresas y llenos de sponsors. Ellos sí pueden perder (o mejor dicho, invertir) miles de euros en un evento puesto que lo recuperan después (el término técnico es «obtener un retorno») con el dinero de la venta de sus productos. Se busca dar visibilidad a la marca.

En Penitentes, sin embargo, te vas a encontrar una organización de un moto club compuesto por voluntarios que mima cada detalle y que busca la promoción de su tierra y del mototurismo, montando el evento únicamente con el exiguo presupuesto que generan las inscripciones, al que, dicho sea de paso, le sacan un partido encomiable. Sin embargo, Penitentes, además de ser el pionero, tiene alma y es algo verdaderamente auténtico, y eso en muy pocos sitios se encuentra. Ese alma se siente, se toca, se ve en el coraje, la fuerza voluntad y la pasión de quienes lo organizan, que son verdaderos aficionados a la moto, gente como tú que invierte muchas horas y sinsabores en proporcionar a otros aficionados una experiencia inolvidable. No son, por tanto, comerciales de un departamento de marketing. El alma, el sabor de Penitentes no lo encontrarás en un evento similar en España. Esto es, y será, lo que hace de Penitentes sea Penitentes y el resto, por mucho dinero invertido y muchos artículos comprados a los medios de comunicación que se publiquen, seguirá siendo eso: una actividad comercial enfocada a vender productos, pero de ningún modo será Penitentes.

Dicho esto, ¿de verdad te vas a perder Penitentes 2019? Formulamoto estará como siempre allí para contártelo de primera mano.

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