Seguro que aunque cierren los ojos con firmeza, se concentren, e intenten rescatar algún recuerdo de su infancia que no esté ligado a las motos, les resulta complicado. Motos, motos y más motos es lo que tienen y han tenido siempre los pilotos Aspar Team en sus entrañas.

Los pilotos del Aspar Team cuentan sus travesuras con las motos

Fau pequeno 1
Los pilotos del Aspar Team cuentan sus travesuras con las motos
Fórmula Moto
Fórmula Moto


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De calle, de montaña, de paseo, de familiares, de amigos, ajenas, propias, con permiso o sin él, no nacieron con un pan debajo del brazo, sino con una moto. El tesón es su máxima, son pertinaces hasta el infinito, la siguiente curva es su principal objetivo, no atienden nada más que a la evolución, y su fin último siempre es la victoria. Entrega, sacrificio, y una vida dedicada al motociclismo. Han tenido que usurpar motos, maquinar tretas para salirse con la suya, y declinar otras aficiones para imponer una sola. Ya se sabe que la ‘infancia es el patrimonio de un hombre’. Aquello que deseamos de pequeños, si lo deseamos con todas nuestras fuerzas, puede hacerse realidad. Adrián Martín, Héctor Faubel y Nico Terol, pilotos del BANKIA Aspar Team, desearon ser pilotos profesionales, y ahí andan, imprimiendo su estilo en cada circuito. Nico y Héctor son Subcampeones del Mundo de 125, Adrián se está forjando como piloto, he aquí sus triquiñuelas de infancia más ‘confesables’:

Adri pequeño 4Adrián

«De niño, cuando terminaba las clases me pasaba por los talleres de mi pueblo, para ver cómo reparaban las motos. Justo al lado de mi colegio había un taller, en ocasiones, mis amigos y yo, saltábamos la valla y hacíamos pellas para ver a los mecánicos. Algo que recuerdo con fastidio es que me pasaba la mayoría de los veranos sin poder bañarme, porque me caía montando en moto al principio del verano y solía quemarme los pies, con lo que no podía ir a la piscina. Cuando mi abuelo se hizo mayor dejó de utilizar su Vespino de 50cc, así que un día fui a su casa y me lo agencié sin más. Yo era tan chiquitín que no llegaba al suelo y tenía que dejarlo caer cuesta abajo, por mi calle, para arrancarlo. Lo conducía por la urbanización sin carnet, afortunadamente nunca pasó nada. Tenía una peñita de amigos muy maja, juntos íbamos de ruta por los alrededores de la urbanización. En teoría nuestros padres no nos dejaban salir, pero nos escapábamos a un campo de golf cercano para quedarnos las pelotas extraviadas».

Fau pequeño 2Faubel

«Mi primer deporte serio no fue el motociclismo, sino el karate. De pequeño practicaba karate y llegué hasta el cinturón verde-marrón. Me encantaba y recuerdo las competiciones con mucho cariño, estuve seis años compitiendo a nivel regional. Ya entonces era bastante temerario y me enfrentaba a quien fuera, aunque no siempre salía bien parado. Entrenaba en mi pueblo, Líria, en un club llamado karate-edeta y nuestro sensei era de Valencia, un gran tipo. Cuando comencé a tomarme en serio el mundo de las motos mi afición por el karate pasó a un segundo plano, no tenía tiempo para afrontar tantas obligaciones. De todas maneras aquel arte marcial me fue útil tanto entonces, como en el ulterior desarrollo de mi vida. Nuestro sensei nos enseñó disciplina, concentración, una metodología de trabajo, etc. conceptos que luego he podido aplicar en mi carrera como piloto. Algo que no ha cambiado con el paso de los años es mi impulsividad. Recuerdo que de niño siempre quería arrancar mi mini-moto y dar un par de vueltas cerca de mi casa. Siempre terminaba viniendo la policía y me amonestaban por hacer el cafre en la calle».

Terol

«Las motos me han encantado desde siempre. Como no podía tener una hacía inventos con la bici. Por ejemplo, colgaba una bolsa llena de agua del manillar, le hacía un agujerito, e imaginaba que era el depósito de la gasolina. Y cuando se vaciaba debía ir a repostar. La imaginación me daba para tanto que casi olía hasta la gasolina. Cuando empecé a competir en la Fórmula Bancaja mis padres no me dejaban tener moto para circular por la calle, sólo tenía una moto de cross para entrenar por la montaña. De modo que cuando no estaba entrenando con la moto por el campo, iba en bici a todas partes. Era mi manera de rebelarme, aprovechaba para entrenar a todas horas e ir siempre sobre dos ruedas, que era lo que más me gustaba. Durante dos años, de los doce a los catorce, todos los días del año asistía al colegio en bicicleta. Toda una hazaña teniendo en cuenta que completaba 16 kilómetros al día, y subía y bajaba un puerto de montaña diariamente. Desde entonces el ciclismo ha sido mi segunda pasión y la base de mi entrenamiento, de tanto pedalear me puse como un toro. Pero además iba siempre por la calle buscando aceras, baches, lo que fuera con tal de hacer la tarea más dificultosa y darle enjundia al asunto, para coger cada vez más y más práctica. Otro recuerdo enternecedor es de mi primera carrera en el Campeonato de España, mi primera carrera oficial, por decirlo de algún modo. Mi mánager me prometió que si sacaba buenas notas y me portaba bien me llevaría a correr con los mayores, y así fue. El paddock, el ambiente, la gente, etc. yo estaba alucinando. Tanto que supuestamente debía dormir en la caravana del equipo, pero pasé la noche en el box durmiendo debajo de mi moto. Cuando llegaron los mecánicos me encontraron en el suelo, agazapado y dormitando, abrazado a una caja de cacahuetes».