¿Qué relación pueden tener el Premio Cervantes Miguel Delibes y el legendario piloto español de velocidad César Gracia? Su amor por la moto y por la marca Montesa.

Miguel Delibes y las motos

Miguel Delibes
Miguel Delibes y las motos
Fórmula Moto
Fórmula Moto


Miguel_Delibes

César Gracia Jr., hijo de César Gracia, uno de los pilotos protagonistas del motociclismo español de velocidad de las décadas -50 y -60 con Montesa (entre otras marcas como Lube o Ducati) y todavía en activo en exhibiciones de clásicas,  nos descubre unos fragmentos de Miguel Delibes en los que el escritor vallisoletano nos dejó constancia de su pasión por la moto y, en concreto, por la firma catalana. Disfrútalo.

Yo creo, que las primeras motocicletas españolas que se fabricaron en serie datan de finales de los cuarenta. Por esas fechas al menos la compré yo (…) una Montesa de 125 centímetros cúbicos, cifra críptica que, al parecer, indicaba que la potencia de la máquina no era mucha, pero que a ciencia cierta nunca supe lo que significaba.(…)Adolecía, por lo visto, de un grave defecto: la cadena primaria (que no era la cadena que movía la rueda, aunque sí iniciaba la tracción) estaba al aire, sin baño de aceite y, al menor accidente del terreno y muchas veces sin él, saltaba y quedaba sobre el asfalto, serpenteando como una culebra negra. Los entendidos la llamaban simplemente la primaria.-Si no fuera por la primaria,  esta moto sería tan buena como las inglesas. Es el fallo de esta máquina.Pero lo peor no es que tuviera este fallo, sino que se manifestara en todo tiempo, en cuanto se andaban con ella veinte kilómetros. En pleno éxtasis de velocidad, cuando uno metía gas para deslumbrar a la esposa que iba detrás , el puño quedaba repentinamente suelto, la rueda loca y aquello se iba parando, perdiendo fuerza, desinflándose como un globo.-Me parece que se ha roto la primaria -anunciaba sabiamente mi mujer desde el asiento posterior.Y yo arrimaba la moto al borde de la calzada, jurando entre dientes, me apeaba. (…) Sin embargo, cada vez que mi Montesa coincidía en un aparcamiento con otras motos de fabricación nacional, cuyos nombres voy a omitir para no molestar a nadie, el mirón de vehículos, que entonces andaba muy concentrado por haber pocos que mirar, señalaba con un dedo la Montesa y le decía a su compañero con admiración:-Ésta, ésta es la buena.Y yo entonces, carente de sentido crítico, me olvidaba de la primaria y me hinchaba como un pavo real. Me sentía padre de la Montesa. (…) En poco tiempo la moto se convirtió en un trasto corriente, estrepitoso e inaguantable. Pero en aquellos años cuarenta, inhabituados a los vehículos a motor, hasta su petardeo regular e hiriente producía un cosquilleo de placer. Aquello era una síntesis del progreso. La distancia ya no contaba para el hombre.(…)Mimábamos la Montesa como a un caballo de carreras. La considerábamos una parte de nosotros mismos. A los pocos automóviles que entonces circulaban los mirábamos con desdén, como transportes apropiados para enfermos o valetudinarios. La moto, en cambio, era un vehículo alegre, juvenil, una cosa viva. Hasta tal punto era algo vivo que, cuando cambiaba de paquete, la máquina lo extrañaba, protestaba, como ocurre con los bebés y los perros ante personas ajenas a la familia. (…) Los años en moto fueron sin duda años duros pero felices. Detrás vinieron el Cuatro-Cuatro, el Seiscientos, el 2 Caballos, vehículos familiares, con motores bien terminados, sin cadena primaria, pero aquellos cacharros, desgraciadamente, no nos hicieron mas jóvenes. Habíamos quemado una etapa de nuestras vidas-.