Prueba Yamaha X-Max 300: reMAXterizada

40 Prueba Yamaha X-Max 300: reMAXterizada
Prueba del Yamaha X-MAX 300 2017
Ramón López
Ramón López
Cuatro generaciones después del primer X-MAX 250 nace una nueva versión Yamaha X-MAX 300 con todos los aditamentos analógicos y digitales para que el mito japonés se eternice.


Todavía «max», un paso «max», aún «max» lejos… Al ritmo de renovación que la marca japonesa sigue en sus modelos MAX se corre el peligro de que se nos agoten los recursos para calibrar sus sucesivas novedades. La gama de scooter sport de Yamaha mantiene un ritmo incesante de renovaciones y en 2017 abarca tanto a su versión bandera TMAX como al scooter que sirve de introducción en la gama del carné A2 de esta exclusiva familia nipona.

El lanzamiento del Yamaha X-MAX 300 profundiza en una tendencia cada vez más vigorosa en el segmento scooter. Se trata de la prevalencia de las versiones de carácter Premium, una senda que las distintas marcas están cuidando con esmero. Afortunadamente, esta corriente se ve respaldada por cifras de venta al alza de alternativas de última generación, como bien indican los resultados de Honda Forza o Scoopy, KYMCO Super Dink, BMW C e, históricamente, la serie Suzuki Burgman y, cómo no, Yamaha X-MAX o TMAX.

Porque la principal atracción del nuevo Yamaha X-MAX 300 es su apuesta por la calidad. Rezuma buen hacer por todos los costados, tanto visualmente como una vez en marcha. Y la integración de soluciones electrónicas de vanguardia eleva un escalón más esta perspectiva.

CÓMO ES EL YAMAHA X-MAX 300

Busca un detalle o un componente técnico en el Yamaha X-MAX 300 que se haya mantenido invariado respecto al X-MAX 250. No lo encontrarás. Su línea y nuevas ópticas la desmarcan de inmediato. El LED delantero ya es norma es productos «high level», así como unas traseras que se identifiquen de la competencia, y el X-MAX 300 propone todas estas credenciales hasta cotas máximas. La placa metálica con la inscripción del modelo sobre el colín, los acabados en símil cosido sobre cuero de la viga central, la opción de color bronce o hasta el mensaje de bienvenida de «welcome on board» que aparece en la pantalla digital cuando la pones en marcha te indican con claridad sus intenciones Premium.

Si buceas en las novedades en su tecnología, la evolución es sobresaliente. El motor es totalmente nuevo, con mayores cotas internas para incrementar la cilindrada de 249 cc a 292 cc. El trabajo se ha centrado en reducir las pérdidas por rozamiento y optimizar la eficiencia en la combustión y la refrigeración. Hasta se le ha dotado de un nombre propio: Blue Core. Pero lo mejor son sus cifras, con un aumento de 7,6 CV respecto al 250 (28 CV frente a 20,4 CV) y del 40% en cifra de par (29 Nm a 5.750 rpm frente a 21 Nm a 6.000 rpm).

 

Y en chasis se mantiene esta tónica. Pesa tres kilos menos que el 250, los puntos de anclaje se han modificado para reducir vibraciones, la horquilla recibe un diseño tipo moto como el Yamaha TMAX, los amortiguadores son regulables en cinco posiciones de precarga, todos ellos elementos que se aprecian una vez en marcha, como ahora comentaremos. Sin olvidar el aporte del diseño en el bastidor que ha permitido aumentar un 18% la capacidad de hueco bajo el asiento, con 45 l. para dos integrales y muchos objetos más. ¡Esto es una bodega!

Para finalizar, la dosis electrónica ya consustancial a toda novedad de novedad de calado que se precie como tal. La llave inteligente y su correspondiente mando en el contraescudo ofrece un muy sencillo accionamiento, y la nueva instrumentación recurre a un pulsador en la piña derecha para la selección en la muestra de su información. No obstante, la estrella de este paquete es el nuevo control de tracción, hasta ahora solo presente en el TMAX en esta serie japonesa. Actúa sobre el encendido y sobre el aporte de gasolina cuando se detectan pérdidas de tracción de la rueda trasera, un colchón de seguridad siempre bienvenido. También es desconectable.

CÓMO VA EL YAMAHA X-MAX 300

La sensación de calidad se materializa en cuanto entras en contacto con el Yamaha X-MAX 300. Subir y bajarlo del caballete es muy sencillo, así como accionar su pata de cabra. La viga central es elevada, lo que invita a subirse con la pierna por delante cuando está inclinado sobre su pata, sobre todo para los que no superen la estatura media. Para ellos dispone de un recorte en los laterales de la plataforma, de modo que sea más fácil llegar con los pies al suelo. Sin embargo, la anchura del asiento hará que debas estar atento si eres de los que no diste «el estirón» en tu juventud.

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A sus mandos, todos sus rincones rezuman calidad. Por ejemplo la terminación de las guanteras, la izquierda (dispone de toma 12v) con apertura mediante botón situado bajo la regleta del arranque. A su lado se encuentra también el pulsador para la apertura del asiento. Cuando lo cierras, el sonido es como el de los coches de gama alta al cerrar las puertas… ¡Qué gusto! Dispones de todo el espacio del mundo para llevar a bordo todo, y más, de lo que necesitas.

Pero aún más detalles previos a pulsar el botón de arranque. El manillar es regulable en dos posiciones para adaptarse a tu gusto, y la pantalla manualmente también en un rango de 50 mm. Todos estos descubrimientos hacen que te despierte aún más el deseo por analizarla en marcha. Pulsas hacia dentro la esfera del clausor, dos giros a la derecha y la instrumentación se enciende anunciándote que ya está dispuesta a partir. Desde el primer giro del cigüeñal te transmite su pedigrí. La suavidad es máxima y el sonido apagado acompaña su carácter casi aristocrático. Ni una vibración hace que, con independencia del régimen de giro del motor, la marcha sea pura seda.

Una dimensión diferente

La reacción a la primera apertura del gas sigue el mismo patrón. Linealidad y suavidad forman parte del diccionario del Yamaha X-MAX 300, también cuando requieres aceleraciones vivas o cuando ruedas con soltura por vías de circunvalación o autovía. La protección de la pantalla es perfecta en su posición baja para estaturas entorno a 1,80 m, lo que unido a una ergonomía idónea y un asiento de forma y espumado perfectos, consiguen que el tiempo y los kilómetros transcurran en una dimensión diferente a lo habitual.

La presentación internacional tuvo lugar en Florencia (Italia). Sobre un scooter, esta ciudad es tan notable en su patrimonio cultural como por el pésimo estado de unas calles cuyas vías parecen intactas desde el Renacimiento. La mayoría carece de asfalto y recurre a una estructura de empedrado tipo baldosas en las que el azar te obsequia con irregularidades de todos los colores. Es un auténtico martirio para las suspensiones de cualquier vehículo, y un scooter usado a diario tendrá aquí una esperanza de vida muy inferior a lo normal. En este escenario, las suspensiones del Yamaha X-MAX 300 lidian con nota el compromiso entre confort y absorción, destacándose como ideales cuando el tráfico transcurre ya por asfaltos del s. XXI.

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El control de tracción es un privilegio en un entorno tan agresivo como éste. En zona húmedas «gracias» al riego de los servicios de limpieza, te protege de pérdidas de adherencia del tren trasero con un cese de potencia nada intrusivo. A pesar de que la potencia no sea exorbitante, contar con este tipo de ayudas siempre es de agradecer.

No es extraño que en estas circunstancias de piso en horrible estado prevalezcan los modelos de rueda alta. El X-MAX 300, con su conjunto de llanta delantera de 15″ y trasera de 14″ logra su objetivo de afianzar manejabilidad y estabilidad. Especial mención merece su agilidad. Con un peso aún inferior al anterior 250, es un arma decisiva en ciudad, donde no hay resquicio que se le resista, un complemento perfecto para su motor más potente y de respuesta tan sólida y agradable.

Estas cualidades se multiplican cuando afrontas territorio extraurbano. Las extensiones de la Toscana plagada de viñedos y curvas reflejan las cualidades de un scooter plenamente polivalente. Los cambios de dirección son instantáneos, las aceleraciones notables y la velocidad máxima más que interesante. En condiciones favorables, la aguja busca la marca de los 150 km/h. A falta de mediciones con nuestro equipo de pruebas, te puedo garantizar la satisfacción de sus prestaciones en cualquier medio.

Un scooter especial

La llanta delantera de 15″ te invita a trazar las curvas con decisión. Solo en las tumbadas más extremas o en inclinaciones sobre baches en carretera llegas a rozar con el caballete en las curvas a izquierdas. La distancia libre es sobresaliente y la diversión está asegurada. La modulación del gas es excelente y puedes regular tu velocidad o frenar en plena curva con total seguridad. Los Dunlop ScootSmart equipados de serie te lo permite sin problemas. Esta medida de llanta frontal también incide en una estabilidad inmejorable en línea recta a alta velocidad, siempre atento a los radares «autovelox» que proliferan por carreteras y pueblos italianos…

Al bajarte del Yamaha X-MAX 300 te quedas con la sensación de haber llevado un scooter especial. Apenas es posible sacarle pegas. Tan solo se me ocurre la ausencia de un freno de estacionamiento, muy útil al circular, maniobrar o estacionar en tramos empinados, o con unos espejos retrovisores que han sido más diseñados en función de su estética deportiva que de su practicidad.

También el salto del Yamaha X-MAX 250 anterior en precio es considerable, de 4.749 € a 5.699 €, pero no te engañes, porque el 300 juega en otra liga. Tanto que al superventas Yamaha X-MAX 400 le ha salido el peor rival en su propia casa. Las prestaciones superiores del 400 (148 km/h reales de velocidad punta) no parecen suficiente argumento para defenderse frente a un 300 mucho más dotado en el resto de sentidos, y 900 € más barato. No dudes que, detrás de su perfil de scooter noble que apuesta por la calidad, se esconde un auténtico depredador.

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Yamaha X-Max 300