Un sueño hecho realidad: en moto por el sur de Italia y sus tres mares







Esta vez, la cita era bien distinta. Tres o cuatro días antes de la partida, cansados ya del largo invierno y con poca actividad motera desde finales de octubre, nos decidimos a hacer una ruta en moto por el sur de Italia. Teníamos ganas de rodar y nos dijimos la famosa frase: “¿Por qué no…?”
Nada más vernos, me dice mi hermano si he visto las noticas esa mañana. “Ni idea”, le comento. Esa noche, cientos de conductores han quedado atrapados entre Soria y Zaragoza quedando cortada la A2 al tráfico.
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Sin saber que nos íbamos a encontrar nos pusimos rumbo a Barcelona y gracias a la acción de UME y a las máquinas quitanieves, el tráfico había quedado restablecido dos horas antes de pasar por la zona.

A pesar de las bajas temperaturas y con muchos kilómetros de terreno nevado fueron transcurriendo los más de 600 km que nos separaban del puerto de Barcelona.
Una vez dentro del ferry de Grimaldi, tomamos posesión del camarote y disfrutamos de las diferentes estancias del mismo. Aunque son 20 horas de travesía, a mi me parece la mejor opción y más cómoda para viajar en moto a Italia y otros países de esa parte de Europa.
Llegamos a Italia

Una vez desembarcados en Civitavecchia, nos dirigimos a hacer noche a unos 70 km cerca del aeropuerto de Roma-Fiumicino.
Tenía en mente dos destinos bastante conocidos en el sur: las ciudades de Matera cerca del tacón y Tropea en la punta de la bota del mapa de Italia. El resto de días serían sin un destino fijo aprovechando que, al ser temporada baja podríamos decidir sobre la marcha. Anocheciendo a las 17.30h en esta época, las horas de ruta se veían reducidas en nuestra jornada.
Esquivando Nápoles y con dirección a Benevento, en unas cuatro horas nos encontramos comiendo en Andría y prácticamente ya habíamos cruzado al Mar Adriático. Ya en las cercanías, en Puglia, hicimos noche en Trani, una bellísima ciudad costera que me recordó mucho a las ciudades croatas de Poreç, Rovinj y Pula supongo que al igual que ellas por su pasado veneciano.
Nos alojamos en el recomendable B&B Torrente Antico, donde su encantadora propietaria Silvia, barcelonesa, nos aconsejó qué visitar y restaurantes para cenar, siendo imprescindible la curiosa Catedral románica, una joya junto al mar, el puerto y el centro histórico.

Desde la orilla del Adriático nos dirigimos más al sur llegando a la medieval ciudad de Altamura, famosa por la calidad de su pan con DO propia. Visitamos el Forno Antico de Santa Chiara que trabaja al menos desde 1432, donde degustamos unas focaccias y contemplamos su horno centenario y su pila de leña.

Casi vecina se encuentra Alberobello, repleta de turistas, ciudad pintoresca donde destacan sus famosos “trulli”, construcciones de piedra con forma cónica donde los vecinos habitan, tienen sus negocios de souvenirs, restaurantes, artesanías, e incluso B&B. Ciudad de cuento que nos llevó a pasear y tomar muchas fotos por sus rincones tan cuidados.

Esta jornada fue corta en kilómetros y poco después de comer aparecimos en Matera, ciudad de la Basilicata justo límítrofe con la Puglia, Patrimonio de la Humanidad desde 1992.
Matera tiene un encanto único y especial sin discusión. Ha sido escenario de muchas famosas películas y cuenta con un centro histórico antiquísimo ya que es la tercera ciudad más antigua habitada del mundo.

Está repleta de iglesias rupestres y los “sassi”, cuevas en las que hasta hace unas décadas vivían sus habitantes. En los años 50 y 60 era considera la vergüenza de Italia por sus condiciones de insalubridad. Hoy día todo ha cambiado. Realmente las fotos no hacen justicia a la singularidad de su belleza.
Biagio, propietario del B&B Chic House, nos ayudó en las recomendaciones para visitar la ciudad y dejar las motos protegidas en su parking privado. Estuvo tan atento que nos inimó a pasar entre los “sassi” de Matera cosa que hicimos a la mañana siguiente y que no está permitido a los coches.
Nos sentimos unos priviligiados sobre nuestas motos rodando por esas calles en pendientes y adoquinadas, emulando a Daniel Craig (James Bond) en la película “Sin tiempo para morir”.

Con el subidón en el cuerpo nos dirigimos más al sur, al imponente castillo Federiciano en Roseto Capo Spulico, ya en aguas del Mar Jónico. Desde allí, fuimos bordeando la costa por carretera hacia Tropea en Calabria, otro de los puntos destacados del viaje.
Se nos complicó el día por una incidencia con la batería de mi moto que nos retrasó toda la tarde. Llegamos a Tropea ya anocheciendo. Nos dimos cuenta que es una ciudad para el verano, ya que al menos por la noche no encontramos establecimientos abiertos. Su temporada comienza en abril.

El sabádo fue un día impresionante y mágico. Aprovechamos para encontrarnos con nuestra casi familia Silvana y Mario que nos recibieron con su grandísima hospitalidad montrándonos todos los encantos de esta maravillosa ciudad.
Tropea, construida sobre un imponente acantilado, está considerada una de los rincones más bellos de Italia, con unas playas espectaculares de colores increíbles y transparentes. Destaca de manera majestuosa el Santuario de Santa María dell’Isola sobre un promontorio rodeado de aguas turquesas.

Contaros que tienen un producto que solo se cultiva aquí. Es la “cipolla rossa di Tropea”, muy reconocida en toda Italia, que os puedo asegurar que es un manjar exquisito.
Pizzo Calabro también es una población muy bella y pintoresca, famosa por su riquísimo helado de “tartuffo bianco o nero”, enclavada en este litoral conocido como “costa degli dei” (Costa de los Dioses). Sobran las palabras…

Tras despedirnos de nuestros estupendos anfitriones, iniciamos la larga ruta de regreso hacia Civitaveccia con destino costa Amalfitana para hacer noche en Vietri Sul Mare, muy conocida por su cerámica. No nos quedó tiempo para recrearnos en estos pueblos pero hicimos recorrido por la Costiera Amalfitana sin poder disfrutarla con las motos por el gran tráfico de un domingo por la tarde.
Ya de regreso, pasar la circunvalación de Nápoles con lluvia y volver a bordear el enorme tráfico de la Ciudad Eterna nos llevó a tiempo para disfrutar de nuestra última comida en Italia antes del embarque.

Después de una plácida travesía llegamos a Barcelona y desde allí, en plena noche, con un aguacero considerable, pusimos llegar finalmente a la Fonda Can Llobet, cerca de Cervera, donde Jordi y su esposa nos acogieron de maravilla haciéndonos sentir como en casa.
A la mañana siguiente, tras 10 dias de viaje, solo quedaba la vuelta a casa con mucho viento por el Valle del Ebro, sintiendonos nostálgicos sobre las maravillas visitadas y con unas imágenes en nuestras retinas que ya serán inolvidables.
ARRIVERDECI ITALIA!!