Ese es mi sentimiento ahora mismo, el mío y el de toda mi familia, un gran vacío. Y según voy leyendo los cientos de mensajes que me llegan compruebo que es un sentimiento generalizado; son miles de palabras, de expresiones de cariño, de recuerdos, de emociones que su pérdida ha generado, que poco a poco van llenando ese gran agujero que me ha quedado en el corazón.
Ayer, cuando llegué al hospital y le vi se me desgarró el alma, me dolió el corazón, me partió por la mitad. Solo me calmó ver a mi madre tan entera, llorando y sufriendo por su compañero de vida. Compañera, la llamaba mi padre en muchos de sus poemas. Tantas veces le mostró su amor en los versos, que dudo que haya mujer en el mundo más feliz ahora con su recuerdo. Mi madre me decía ayer mismo que sus amigas le tenían envidia por lo bueno que era su marido; sin duda, la debían envidiar.
Y si algo tuvo mi padre fue generosidad desde la mañana a la noche. Ayudó a todo el que pudo, y así se lo dijo a mi hermana horas antes: “a lo largo de mi vida he hecho lo que me ha dado la gana y he disfrutado con todo, he sido generoso y ayudado a los que he podido”.
Mi padre, entre sus geniales ideas, propuso hace años que el Automóvil fuese declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por su aportación al desarrollo de la sociedad. Patrimonio al que, sin duda, él contribuyó con cada revista a lo largo de sus 66 años como editor.
Sois muchos los periodistas, amigos, lectores y empresarios los que estáis escribiendo con una delicadeza y cariño eterno hacia mi padre; intentaremos recopilar todo y publicarlo. Yo, por mi parte, intento hacer lo que él siempre ha hecho, atender a quien por él mostraba cariño y atención. Si alguien le llamaba, devolvía la llamada o contestaba los mensajes hasta que la vista comenzó a traicionarle. Aun así, asistía a cada acto que le pedíamos con ganas y entusiasmo. Llevo horas respondiendo mensajes, llamadas, leyendo despedidas y no faltan epítetos hacia él que refuerzan su grandeza y aportación al mundo del Motor, al periodismo y a la pasión de los aficionados.
Con los ojos llenos de lágrimas, sin casi poder ver las teclas, os quiero dar las gracias a todos por querer a Luike, a Enrique Hernández-Luike, al Jefe, por haberle seguido y por trabajar con él.
Nosotros, su familia directa os agradecemos todo ese cariño de la familia del Motor, con mayúsculas como él siempre lo escribía. Mi padre, entre sus geniales ideas, propuso hace años que el Automóvil fuese declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por su aportación al desarrollo de la sociedad. Patrimonio al que, sin duda, él contribuyó con cada revista a lo largo de sus 66 años como editor y con su sección Motor de Arranque. Sección que con orgullo me permito continuar y espero que, como poco, hasta sus mismos 93 años en los que, de manera ininterrumpida, lo ha seguido haciendo con ilusión.
La ilusión nunca la perdió, y no la perderemos nosotros ahora que él no está.
Juan Hernández-Luike