Conducir con moto en rotondas: cómo hacerlo de manera sencilla y correcta
Se suele decir que la experiencia es un grado, y a la hora de montar en moto, aún más. Es algo que podría aplicarse a una correcta circulación en las rotondas o glorietas por parte de los usuarios más veteranos. Pero cuando lo trasladamos al ámbito de la realidad parece que este, y otros muchos dichos y refranes, se ven empobrecidos frente a la cruda realidad, porque simplemente damos a entender que no sabemos cómo hacerlo de manera adecuada, o al menos tal y como nos lo deberían haber inculcado en la autoescuela.
Como tantas otras veces sucede aplicado al tan temido examen de circulación, que una vez superado parece como si se nos hubiera inoculado un virus tan potente como el tristemente conocido en nuestros días, el de la desidia. Sea como fuere, ¿qué nos lleva a no circular como dicta la norma en las rotondas?
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La rotonda: arreglar un problema para originar otro
De manera original, la rotonda nace para mejora el compromiso circulatorio que surge en un cruce de caminos. Una vez nos dimos cuenta de que éramos incapaces de solventar aquello de “en un cruce, el que tiene la prioridad es el vehículo que aparece a nuestra derecha”, o tal vez simplemente porque no tenemos la educación suficiente como para seguir dicha norma, apareció una solución, a priori, “salomónica”: se practica un círculo justo en medio de la intersección y, una vez se haya incorporado cualquier vehículo a ella, este tendrá prioridad.
Digamos que, a grandes rasgos, sería la doctrina que debería seguirse, esto es, el tan manido “espíritu de la norma”. Sin embargo, el mero hecho de circular en una rotonda se ha convertido en algo parecido al “juego de las sillas”, donde una vez se interrumpe la melodía que suena en esos instantes, los participantes que caminan alrededor de un grupo de sillas tendrán que sentarse… con el único inconveniente que no hay sillas para todos.
Así pues, ¿por qué abordamos una rotonda de cualquier manera, tengamos prisa o no, sin mirar, indicar, respetar ni interpretar lo que está sucediendo en la intersección que debemos superar para continuar nuestro camino? Tan difícil no resulta, de modo que analicemos brevemente cómo hacerlo tomando como base la buena praxis de aquella película de la Transición española dirigida por el maestro Manuel Summers, “To er mundo é güeno”.
Se acerca una rotonda
Aquello que era motivo de miedo y hasta auténtico pavor cuando realizábamos las primeras prácticas de circulación a los mandos de un coche, ahora simplemente nos da todo igual y nos aproximamos a una rotonda sin valorar los riesgos que ello entraña. ¿Por qué? Cada uno tendrá su respuesta. Para comenzar, deberemos reducir la velocidad, aunque solo sea porque nos aproximamos a una intersección que, señalizada o no verticalmente, se trata de un “ceda el paso”. Por tanto, no será necesario detenernos del todo si la visibilidad es clara y el tráfico, dentro de la glorieta, permite nuestra inmediata incorporación.
En caso de aproximarnos circulando por una vía de doble carril por sentido, ¿por cuál de ellos deberé abordar la rotonda? Por el que se esté circulado, ni más ni menos. Si rodamos por el de la derecha, la entrada a la glorieta se hará por el carril externo, pero si lo hacemos por el de la izquierda ocuparemos el más próximo al interior de la rotonda. Todo ello, una vez más, resaltando que la visibilidad es la adecuada para tomar la decisión de entrar, ya que por supuesto el tráfico nos lo permite, porque cualquier vehículo que se encuentre dentro de la glorieta tiene prioridad frente a los que intentan acceder a ella por cualquiera de los carriles disponibles.
Y una vez dentro, ¿cómo se debe circular para seguir la norma? Muy sencillo. Solo hay que continuar por el carril elegido hasta localizar la salida, momento en el que nos prepararemos para ocupar el carril externo y, acto seguido, abandonarla (en caso de encontrarnos situados en el interior, el carril más próximo al centro de la glorieta). La norma indica que si la salida no es la inmediatamente posterior a la entrada, podremos circular por el carril más interior con un objetivo: permitir la incorporación a los vehículos que deseen acceder a la rotonda. Justo al rebasar la penúltima salida de la glorieta antes de abordar “la nuestra”, indicaremos con el intermitente derecho que vamos a cambiarnos hacia el carril exterior porque tomaremos la siguiente salida. Por supuesto, el carril exterior no debe estar ocupado, por lo que en caso de iniciar la maniobra de salida y no poder realizarla, deberemos dar una vuelta completa más hasta reencontrarnos con la salida despejada.
Visto así, parece el mecanismo de un chupete. Básico, sencillo para que todos lo entendamos y lo pongamos en práctica. Entonces, ¿por qué suceden situaciones tan surrealistas como las que nos encontramos en las rotondas día tras día y tan peligrosas para los que circulamos en motocicleta?
Errores más frecuentes
Partimos del hecho de que la condición humana es, cuando menos, compleja. Es entonces cuando cualquier interpretación debería quedar en manos de profesionales de la psique. Vamos a intentar analizar de una manera sencilla lo que todos vemos mientras circulamos, valorando pros y contras cuando rodamos a los mandos de nuestra moto.
¿Para qué entrar tan rápido a una rotonda? No tiene sentido. Se trata de encontrar un hueco en una glorieta con tráfico, tal vez, muy denso. En este caso lo primordial es que el conductor que circula dentro de la rotonda se dé cuenta de que hay otros que están esperando a incorporarse, por lo que rodar por el carril externo a lo largo y ancho de la glorieta para salirse en la última salida, lo único que provoca es el entorpecimiento de la fluidez del tráfico. El mero hecho de cambiar hacia el carril interior y dejar incorporarse a otros usuarios de la vía a la rotonda, no exige ningún esfuerzo sobrehumano. Todo ello actuando sobre el intermitente y la comprobación mediante los espejos retrovisores de que podemos hacerlo.
Cuando rodamos dentro de la rotonda y no tenemos que abandonarla hasta que pasemos dos o más salidas, ¿por qué circulamos por el carril exterior, estando el interior libre? Además de no dejar incorporarse a nadie, el que quiera abandonar la glorieta no podrá hacerlo porque hay un vehículo “dando la vuelta a España” por el carril exterior. Seamos comprensivos y dejemos espacio para todos, aunque solo sea porque también nosotros mismos lo necesitaremos unos metros más tarde.
¿Por qué no se indican los cambios de carril en plena rotonda y, por ende, tampoco las salidas de la misma? He aquí otra de las piezas clave para evitar cualquier sobresalto o, llegado el caso, una colisión con consecuencias. Solo tenemos que actuar sobre el intermitente izquierdo para dirigirnos hacia el carril interior de la glorieta, y sobre el contrario para situarnos en el exterior a medida que nos acercamos a nuestra salida, una vez hemos rebasado la anterior a la que nos dirigimos, indicándolo, insistimos, con la intermitencia. Si los demás sabemos lo que hacen otros, todo es mucho más fácil y ayuda a prepararnos nuestras propias maniobras para iniciarlas, o no. Tal es el caso de la entrada: ¿se puede entrar mientras otros ruedan? Claro que sí, pero no se podrá cuando se aproxima un vehículo.
La importancia de indicar las maniobras
Dicha aproximación puede ser baladí, ya que el vehículo en cuestión abandona la rotonda justo antes de que se presente a los pies de nuestra entrada. En ese caso, ¿por qué no lo ha indicado para que nosotros podamos acceder a la rotonda más tranquilos, a sabiendas de que disponemos de “pista libre” para hacerlo? En este particular, llama mucho la atención los alcances provocados por el vehículo que circula por el interior y desea salirse inmediatamente de la rotonda sin indicar la maniobra y sin comprobar que el carril externo se encuentra libre. El que recibe el alcance por su izquierda dirá que se encuentra en su particular “Vuelta a España” hasta que decida salir, mientras que el que circulaba por dentro y alcanza por su derecha al vehículo que ocupaba el carril exterior dirá que quería salirse; eso sí, sin indicarlo ni mirar ni nada, por mucha “vuelta” que esté practicando el vehículo alcanzado.
A la vista está que no es nada complicado. De hecho, la esencia de una rotonda es, de nuevo, que no se interrumpa la fluidez del tráfico en una intersección. Pero claro, ahí está la intervención del hombre para arruinar cualquier disciplina… Si ruedas en moto, evita conflictos mirando a izquierda y derecha antes de entrar en cualquier glorieta, indica con tus intermitentes si te desplazas hacia dentro de la misma y, cuando se acerque tu salida, comprueba que nadie se acerca por el carril exterior, indica tu cambio con el intermitente derecho y no lo quites hasta haber abandonado definitivamente la rotonda. A fin de cuentas es por tu bien y por el de todos.