Nunca dirías que estas motos fueron fabricadas por Montesa

Montesa prototipo
Nunca dirías que estas motos fueron fabricadas por Montesa
Daniel Navarro
Daniel Navarro
Modelos como las A45, B46/49, Brío o Impala apuntalaron el éxito de Montesa como fabricante de motos, pero hubo otros proyectos que fracasaron estrepitosamente o, ni siquiera, llegaron a ver la luz.

Desde el punto de vista histórico son seguramente las más interesantes, precisamente porque no las conocimos de forma masiva. Son motos como las B de motor Villiers, las C que debían haber sido la continuación de aquel inicio tras la A y la B y, sobre todo, los dos intentos de fabricar scooters en aquellos años en los que Vespa era el líder indiscutible e invencible en las listas de ventas en nuestro país. De estos intentos hubo dos: el Fura, que se quedó en prototipo, y el Micro Montesa 60 cc, un scooter que se llegó a vender, con no mucho éxito.

Montesa Villiers y «C»

Como hemos visto en los capítulos anteriores, Montesa nace con un primer modelo de motocicleta ligera, de 98 cc y dos tiempos que fue, a nivel industrial, casi anecdótico, con poco más de cien unidades fabricadas como corresponde a una marca pequeña. Enseguida quedó claro que con pocas modificaciones esta moto podía pasar a ser una 125 cc y en Montesa se valoró la posibilidad de montar el motor Villiers. OSSA ya había intentado esta estrategia en sus primeros prototipos y la firma española Harry Walker los importaba de forma habitual para suministrar a diversos fabricantes de todo tipo de maquinaria.

Sin embargo, estamos todavía en 1946 y la importación es complicada. Los famosos motores Hispano Villiers que Harry Walker fabricó través de su filial Hispano Motor no llegarían al mercado hasta 1953, y en estos años iniciales de Montesa esos motores importados hay que pagarlos en divisas, algo que no es fácil para la marca. Sin embargo, no cabe duda que para Paco Bultó fue una opción a valorar. El motor ofrecía 6 CV y era de una fiabilidad probada. La opción de aumentar sus 98 cc a 125 cc (la que se empleó) dejaba el motor en solo 4,7 CV y requería pruebas y más tiempo. Al final la B consiguió pasar las 1.800 unidades con su motor propio, una cifra cuando menos interesante en aquellos años finales de los años 40.

Precisamente esa evolución de la marca hizo que el siguiente proyecto se desarrollase de otra forma. Consta en la historia que de las «B46-Villiers» se hicieron dos motos para esas pruebas. Para la C-50, que no llegó, se emplearon más. Un nuevo motor, el que se vería después en su versión final en la D-51, se estaba ensayando en chasis B46. Y el chasis que iba a ser C-50 se ensayaba con motores de otras procedencias. Ya en 1949 sí se montaron dos unidades con el nuevo chasis y motor, y se ensayaron en competición. Se enseñaron al público en la feria de muestras de 1950 bajo el nombre C-50. Incorporaban horquilla telescópica en sustitución de la de paralelogramos de las B46 y se cuenta que alguno de los prototipos de pruebas iba pintado en verde, como prueba para adoptarlo como futuro color de la marca.

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Seguramente la C-50 no fue un proyecto abandonado. Simplemente, al final de su desarrollo, se convino que era mejor modernizar el nombre por el de D-51, ya que los ensayos de aquel chasis desembocaron en el uso de la nueva horquilla hidráulica y los del motor en el que conocemos de esa D-51 y primeras Brío.

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Montesa Scooter Fura

En 1958, en el stand de Montesa del Salón de Ginebra, llama la atención un curioso, original y alargado scooter. Bautizado como Fura, estuvo muy cerca de llegar a la producción, aunque al final quedó solo como una anécdota, con dos unidades prototipo fabricadas y, eso sí, como muestra de la originalidad y capacidad de diseño funcional y diferente de Leopoldo Milá.

En 1953 llegan a las calles las Vespa fabricadas en España. Su éxito es rotundo y en poco tiempo se alza con el liderazgo en ventas de la industria de la moto, como había sucedido en Italia y como estaba ocurriendo en medio mundo. Pedro Permanyer, que como ya hemos comentado era ante todo un industrial, observa en ese tipo de vehículo una oportunidad que no se puede desaprovechar. Su socio, Bultó, no acaba de verlo: las posibilidades deportivas de ese invento son limitadas y no le interesa. Le corresponde entonces a Leopoldo Milá, un diseñador que acabaría siendo reconocido por premios de diseño a la Impala o a la Cota 247, realizar este proyecto a petición de Permanyer. Pero esto no era fácil, ya que ni la chapa de calidad era fácil de conseguir ni las máquinas de estampación eran accesibles ni siquiera para Montesa. Sí lo eran, sin embargo, máquinas más sencillas para el simple doblado de chapa.

El Fura se hizo por tanto así. Una «U» invertida de chapa servía de cuerpo principal, con otra chapa, doblada hacia atrás y hacia delante, sirviendo de escudo. Y no necesitaba más. En el frontal encontramos un gran faro redondo y unos intermitentes a los lados. El cambio al pie, como una moto. Y sobre el «lomo» de esa U invertida, unos carriles donde podías montar asientos (hasta tres) con respaldo o una caja porta bultos tras el segundo asiento. Podían, además, regularse en distancia. Empleaba un motor derivado de una Brio, con el depósito de gasolina delante (le echabas gasolina por delante del manillar, en el lado izquierdo) y el motor montado en el basculante. La horquilla, una Earles, quedaba prácticamente escondida. En aquel Salón de Ginebra causó bastante expectación y gustó, por lo que se decidió comercializarlo. Entonces, ¿por qué no se hizo?

El final de los años 50 e inicio de los 60 fue convulso económicamente en España. Dicen las crónicas que en el tiempo en que se diseñó, se decidió la fabricación y se preparaba esta, la escasez de chapa de calidad y de máquinas de estampación de chapa había desaparecido, Un scooter como el Fura era excesivamente utilitario y poco elegante comparado con otros scooters de la época. Simplemente, se acabó decidiendo que nacía ya envejecido y un tanto «demodé» y, por tanto, mejor parar el proyecto. Además, pilló justo en la época del cisma con Bultaco y, como comentamos en capítulos anteriores, esto causó un fuerte impacto económico en la fábrica, que decidió volcar sus recursos en la Impala.
 

Montesa Micro Scooter

Montesa no iba a renunciar tan fácilmente a su trozo de pastel del mercado de los scooters. El Fura se quedó en el tintero, pero poco tiempo después volvió la oportunidad de intentarlo. En 1961 se presenta al público en la feria de muestras de Barcelona de 1961. Se trata realmente de un scooter Laverda de 49 cc del que se ha obtenido una licencia de fabricación. Se presentará definitivamente en 1963, con un motor de 60 cc y 3 CV, con cambio al manillar de tres marchas. Se trata de un scooter muy pequeño, muy utilitario, y prueba de ello es el no poco número de unidades que se fabricaron con un cajón de reparto detrás del asiento.

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No está claro en los libros que relatan esta época hasta qué punto este scooter se fabricó en Montesa. Lo cierto es que si implicaba esa costosa estampación de chapa (era carrocería autoportante, como las Vespa) y el motor, un monocilíndrico 4T, no tenía nada que ver con lo que se estaba fabricando en Montesa. Hay quien dice que se importaban a piezas, hay quien afirma que se fabricó aquí en gran parte y hay quien dice que se importaba entero. Lo único cierto es que tuvo un éxito relativo y en dos años que duró su comercialización se vendieron casi 1.600 unidades, finalizando poco después de que Laverda cerrase su fabricación de este modelo.

El Micro Scooter merece su espacio en los libros de historia. Es la única Montesa de 4T hasta la llegada de las Cota 4RT, es la única Montesa fabricada bajo licencia y es el único scooter vendido por una de las tres grandes marcas españolas históricas.

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Las otras Montesa «que no fueron»

Montesa fue siempre una marca activa y muy atenta a lo que el mercado pedía. Prueba de ello es su exitoso cambio desde fábrica de motos utilitarias de los 60 a fábrica puntera de motos off road en los 70, algo que no todos supieron hacer con este acierto. Pero a veces las cosas no salieron como se pensaron o simplemente, como hemos visto con los scooters, los proyectos se quedaron a medio camino por otras razones. Hay fotos en los libros de una Montesa B46 con dos ruedas detrás, un proyecto de finales de los 40 investigando las posibilidades de montar un motocarro ligero, un tipo de vehículo que se vendió con profusión en la España de los años 50.

Otro proyecto interesante que puedes encontrar buceando en la bibliografía de la marca es aquella Impala Sport 250 de seis velocidades, una moto con la que se llegó a correr en en 1969 y que debía ser la contestación de Montesa al éxito de la Metralla Mk2, con su cambio de cinco marchas. En 1971 se decidió que era tarde para empezar a fabricar esta moto, cuya carrocería se había modernizado bastante sobre la ya conocida de la Impala, con un depósito más cuadrado y estilizado. A mediados de los 80, con el renacimiento de la Impala, estuvo cerca de llegar a la serie aquella Impala Rallye de la que ya hemos hablado, con tres discos de freno y carenado Puig, pero era otra moto que hubiese nacido anticuada y se paró el proyecto.

Hubo más en los años siguientes. Las Cappra y Enduro de motores de agua o los prototipos de chasis PRS, las Cota Alcor, con un sistema de precompresión muy interesante y otras motos que se quedaron en el tintero.