Como cada año Pingüinos fue todo un éxito de participación. Un fin de semana lleno de actividades, diversión, frío, pero sobre todo motos, muchas motos. Disfruta con nuestra galería de fotos.

Pingüinos escarchados

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Pingüinos escarchados
Fórmula Moto
Fórmula Moto


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Sí, es cierto que Navidad ha quedado atrás y que a las frutas escarchadas -se las ha pasado el arroz- tras la fiesta de Reyes- pero no en toda España. En la meseta castellano-leonesa esto de la escarcha, considerado -producto regional-, lo mantienen por días, semanas y hasta meses, tanto que, cuando llega Pingüinos, la invernal de las invernales, la más grande de Europa de estas características, más que la legendaria Elefantentreffen que se celebrará en unos días en Alemania, todos ruegan para que la escarcha se mantenga firme, porque a esta -señora- se la combate mejor que a la nieve y por supuesto que al agua. Cuestión de goretex, guantes térmicos, manillares calefactables y cosas así. En fin, mejor tenerla que no, porque entonces no sería una -invernal- ¿O no?

Con tres cuartas partes de España iluminadas y caldeadas por un sol que no nos ha querido dejar en meses, la niebla de Valladolid, y con ella la escarcha, recibieron a los miles de -pingüineros- (se dice que más de 25.000) con todos los honores, tanto que algunos lucían brillantes cristales de nieve en sus bigotes haciendo cola para salir en la excursión, inmensa, a Valladolid, que una vez en la capital castellana pudieron deshacerse de ella a base de -caldo pingüinero- y -bocata-, cuando no café -a la brasa- en los bares cercanos al Paseo de Recoletos, epicentro de los -Pingüinos- en Valladolid, para luego emigrar al -campamento base-  de Puente Duero, donde entre vinito y vinito del Alentejo portugués, Ribera de Duero y delicioso -Condado-  fueron pasando las horas, unas horas que hicieron bajar la temperatura hasta uno dos o tres bajo cero cuando llegó el momento más emotivo de esta invernal, que fue la 31 edición: el desfile de las antorchas, este año, como todos, homenajeando a los moteros ausentes, pero sobre todo a Marco Simoncelli. Si estuviste allí, tu mismo pudiste sentir lo que esas antorchas -decían-; sino lo pudiste acercarte, sólo decirte que sobrecogedora la escena. Cuántas imágenes de la vida en moto transcurriendo en segundos por tu cerebro, cuántos guardarrailes desprotegidos en la memoria-