La política que sigue la DGT respecto a la moto es como la tortura de la -gota malaya-. Una medida tras otra, así, despacito, para ir haciendo mella hacia el objetivo final: acabar con la moto como -problema social-. El refranero español lo dice bien claro: -muerto el perro, se acabó la rabia-.

Se les ve el plumero

Ramon Lopez 2
Se les ve el plumero
Fórmula Moto
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Ramón_López

Acabar con el ciclomotor cuando se ha demostrado que es un escalón necesario para un aprendizaje progresivo en la conducción sobre dos ruedas; impuestos de matriculación y emisiones que marginan a la moto respecto a otro vehículo que necesita un motor para moverse, el coche; tasas de exámenes cada vez más onerosas; implantación de carnés escalonados con medidas arbitrarias al margen del resto de países de nuestra zona… todo forma parte del planteamiento de la accidentalidad en moto como única perspectiva a tener en cuenta cuando nos referimos a la motocicleta. Es decir, para nuestros gobernantes, moto sólo es sinónimo de accidente. Hace poco podíamos leer las declaraciones de un alto cargo de este ámbito del Ayuntamiento de Barcelona, cimentando toda su sabiduría del mundo de la moto en que -los conductores de moto se dividen en dos grupos: los que se han caído y los que se van a caer-. Este populismo puede ser tan loable para sus seguidores como errónea y capciosa para los implicados. Por supuesto que acabar con los accidentes debe ser la finalidad primordial de los responsables de esta área, pero de ahí a solucionar un problema acabando de raíz con todo lo que le rodea, suena a táctica de regímenes totalitarios de mediados del siglo pasado. Hay fórmulas muy distintas que afectan a la educación vial desde los primeros años de la enseñanza obligatoria, a programas de concienciación de responsabilidades en la carretera tanto del lado de las motos como de los coches, pasando por la realidad de una industria y miles de puestos de trabajo detrás de ella a, por qué no, la opción personal de cada uno de nosotros de realizar una práctica que nos hace sentir una libertad que refuerza el sentido de nuestras vidas.

El borrador de Orden Ministerial que dicta cómo se procederá en el caso de los poseedores del carné A2 que quieran alcanzar el carné A para motos sin restricción de potencia es una gota más, quizá la definitiva para la moto de gran cilindrada. Platear un nuevo sistema de evaluación por el que se tenga que pagar una cantidad entorno a los 1.000 euros, una cifra que se me antoja hasta muy optimista visto todo el mecanismo que se plantea para su acceso, conseguirá que acceder a pilotar una moto de gran cilindrada sea todo un lujo. ¿Esto es libertad? No, esto es libertinaje oficial.