Javier Herrero volvió a montar en moto

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Javier Herrero volvió a montar en moto
Ramón López
Ramón López
La celebración de la I Clásica Memorial Javier Herrero ha rendido el mejor de los homenajes al periodista de la moto más carismático de nuestro país. Si te perdiste esta primera edición, te aconsejo que hagas un hueco para el año que viene.


El pasado sábado 8 de marzo se celebró la I Clásica Memorial Javier Herrero rindiendo homenaje a Javier Herrero apenas dos meses después de su fallecimiento. Te puedo asegurar que el mundo de las concentraciones ocupaba un lugar muy especial en el corazón del “Cheli”, un paso por encima de la competición o de cualquier aspecto en los que intervino dentro de este segmento durante su vida. Sabía que el motociclismo más auténtico se concentraba en cualquier reunión de motoristas que deseen compartir kilómetros y experiencias, sin importar la moto ni tu procedencia. Para él, sobre dos ruedas y con casco, todos éramos igual de importantes, los más importantes.

dscn4774Por eso, estoy convencido de que la llegada a esta I Clásica Memorial Javier Herrero de motoristas procedentes de Aragón (miembros del moto club Monrepós con los que compartió la última edición de Penitentes) o de su querida Saldaña (Palencia), así como del inconfundible Mudo y su inseparable Moto Guzzi California, con bolsa sobredepósito con imágenes de Javier, le han traído memorables recuerdos allá donde descanse. Y aunque de espíritu indomable como hacía creer a los que le rodeaban, alguna lágrima se le habrá escapado viendo cómo disfrutaba su hijo Antonio sobre su entrañable Triumph Thruxton recorriendo las curvas de Robledo de Chavela o la Cruz Verde. El espíritu de Javier guiaba los pasos de todos los asistentes en cada curva, con su eterno consejo de “siempre un cuarto de gas en la reserva” y su anhelo de poder disfrutar hasta el infinito del ritual de la moto. No registró ni el más mínimo incidente entre el centenar largo de motos que acudieron al evento. Y será la emoción, pero te prometo que vi a Javier sentado detrás de Antonio sobre la Thruxton. No es posible, porque la Triumph llevaba puesto el colín…

 
Todavía no he hablado con su mujer Conchi de esta alucinación, pero me temo que a ella le ocurrió lo mismo cuando vio partir a su hijo Antonio con la moto de Javier hacia esta concentración. Como era costumbre con su padre, Antonio dio buena cuenta de un plato de choricitos en la barra de la Cruz Verde. La diferencia es que, esta vez, fue su madre quien se apresuró a decirle que le invitaba ella, como antes hacía su padre en sus salidas en moto. Da igual, porque Javier siempre estará allí donde esté Antonio o donde haya una moto.

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