A pesar de sus más y sus menos, sus errores y su improvisación ante las circunstancias, España es admirable.

¡Este país es grande y merece crecer!

¡Este país es grande y merece crecer!
Fórmula Moto
Fórmula Moto


Por geografía, por sentimiento, por inteligencia, por arte y por historia, constituye un país privilegiado y generoso, digno de respeto mundial.

Todo es perfectible, y si somos capaces de autocriticarnos, no faltará buena voluntad para corregirnos. La buena voluntad no falta cuando nos empeñamos en algo y sabemos enorgullecernos cordialmente con los triunfos de nuestros compatriotas.

Presenciar un Gran Premio motociclista en el extranjero y escuchar tres veces el himno de España en homenaje a los repetidos triunfos de nuestros pilotos en tres categorías, es un acontecimiento difícil de lograr y digno del mayor orgullo.

El regusto de satisfacción de cantar tantas victorias de España tiene el único defecto de la falta de letra para nuestra Marcha Real. Sería digno colofón para el placer de disfrutar in situ una victoria en motociclismo, el más grandioso espectáculo deportivo de nuestro tiempo. Las alternancias en el mando de una carrera, la progresión y adelantamientos de ases rezagados por cualquier emergencia, la respuesta unánime del público levantándose en las tribunas como olas de incontenida emoción, subrayan la importancia de nuestro deporte de masas, sus máquinas y sus protagonistas.

Muchos adelantos de la mecánica deportiva acaban aplicándose como elementos de seguridad en las motos de serie ofertadas en los escaparates y presentadas en nuestras páginas para uso turístico y de trabajo.

Si son dignos de aplausos cuantos pilotos demuestran su arte y su genio en las competiciones, también los merecen cuantos moteros hacen de su vehículo el medio de transporte ideal, el más atractivo y agradable.

¡Ay de aquel tiempo cuando superaba -algunas veces- los 100.000 kilómetros al año a bordo de mi moto! Era señal de un continuo desplazamiento en busca de información y contacto con la industria y el deporte, muchas veces en compañía de colegas ejemplares, como Virgilio Hernández Rivadulla, Isaac Espinosa o el brigada Saturnino Sarmiento, de la Policía de Madrid. (Y, casi siempre, sin caernos.)