Coalición por la seguridad

Con un gobierno central del color que sea, y teniendo la suerte (¡) que tenemos de que en la España de las Autonomías haya gobiernos de los dos colores mayoritarios, ¡y más! y que todos hayan actuado, y actúen, de la misma forma en algo tan elemental como es la educación vial, no hay temor de que te tachen de -contra-. Es más, uno se queda como más tranquilo sobre las opiniones vertidas con sólo escuchar lo que se habla en los parlamentos, donde casi sonroja oír cómo lo que allí unos defienden lo critican en una Comunidad de otro color, y viceversa.

A muchos de vosotros os sonará a novedoso eso de que los Gobiernos, nacional o autonómicos, -se van a ocupar de la educación vial-. Qué va. Esto ya se escuchaba en otras épocas. Debía, y debe, quedar bien decirlo, porque a todos los gobernantes, o aspirantes a serlo, se les llena la boca con ello. Pero como que no. Vamos que, en la escuela, en los colegios, puestos a ser espléndidos, con el STOP y el -paso de cebra- va que arde lo que se habla del tema. Se dan honrosas excepciones en ciertos ayuntamientos, pero son tan pocos los que colaboran que apenas se hace notar en sus consecuencias a nivel nacional: los accidentes, esos que, no sé si para bien o para mal, la DGT airea a través de los -telediarios- los domingos por la noche, todos igual de dramáticos, pero que son como cuchillos que se nos clavan cuando de motociclistas se trata.

¿Hay solución? No parece fácil, porque en los accidentes de motos concurren otros muchos detalles que nos alejan de los que concurren en los de automóvil. Aquí no sólo vale saber y ser prudente. Cuenta, y mucho, el estado de las carreteras, la mala señalización, el despiste o la imprudencia del otro- Y también que tras un despiste o imprudencia propia haya a continuación un guardarrail sin protección, sí, esos que el Gobierno se comprometió a cubrir -brindis al aire- en esta legislatura, porque ya nos iría bien que, al margen de que se cubriese un cupo de kilómetros por año, que al menos los de nuevo cuño, y ya metidos en faena, tuviesen la mencionada protección. Pero que ni por esas, aunque hay determinadas Comunidades Autónomas que se están portando, todo sea dicho.

Decía antes que la solución no parece fácil, pero hay un camino abierto que habría que explorar- y explotar, como es el del aprovechamiento total de los muchos circuitos de velocidad con los que contamos en España y las muchas escuelas de conducción que se han creado en estos últimos años.

Lo último que podríamos pedir en estos tiempos que nos toca vivir es una subvención -aunque si ello salva una vida, no sería poco-, pero sí colaboración entre circuitos, escuelas y esa tercera línea que debería cerrar el triángulo como es la DGT y sus Delegaciones Provinciales, que para algo más que para sacar y renovar el carné y activar sus -parques infantiles- -las que lo hacen- deben servir. Pues no hay que olvidar que hoy, en España, 12 de las 17 Comunidades Autónomas cuentan con recintos permanentes -unos grandes, otros más pequeños- en los que poder impartir cursillos de conducción y que podían ser aprovechados convenientemente casi todo el año -los que ahora se organizan, mayoritariamente son en fines de semana- a poco que la DGT, por lo que le va en ello de seguridad vial, arrimase el hombro para que, en días entre semana, esos profesionales de la enseñanza y los circuitos pudieran atraer a alumnos -a bajo coste-. Se trata de circuitos y profesorado que no precisan de inversión,  porque en este caso la iniciativa privada se ha adelantado a la pública, que no pasa nada, pero que si de ello se pudiesen beneficiar los administrados, a nadie sonrojaría.

¿Se imagina la DGT una, al menos decente, educación vial en las escuelas-colegios y cursos de perfeccionamiento en la conducción? Los domingos por la noche seguro que las cifras que su correo electrónico transmitiría a los -telediarios- no serían tan trágicas.