Valencia 2006 en la memoria

Resulta inevitable recordar el sorprendente desenlace del Mundial 2006 en Valencia. Inesperada caída del «dios» Rossi cuando tenía el campeonato amarrado con ocho puntos de ventaja sobre Hayden. Le bastaba seguir al rival yankee como si fuera su sombra para coronarse por sexta vez en la clase reina. Pero se cayó a las primeras de cambio. Inexplicable error de junior. Perdió el título.

¿Le pudo la tensión? Nunca se ha sabido que le llevó al suelo en momento tan crucial. Valentino jamás ha querido comentar aquel percance. Nunca ha dado explicación. Rehúye el asunto como de la peste. Cuando se le pregunta por ello, todavía hoy, cambia de tema con astucia y descaro. Es tema tabú. Quizás un día lo explique en sus memorias. Mientras, es su gran enigma. El secreto mejor guardado.

Viene a colación ese recuerdo por la situación en la que se encuentra Marc Márquez en el mismo escenario. Casos paralelos. Marc arrancará la carrera con trece puntos de ventaja sobre Lorenzo. Amplio colchón. Le basta la tercera posición para convertirse en el campeón del mundo de MotoGP más joven de la historia. Se puede permitir dejar escapar a Jorge y a Dani. Tomarse la carrera con parsimonia. Carrera sosegada, sin perder la concentración, que es mal rival. Acariciará el título vuelta a vuelta sin tomar riesgo innecesario. Podrá ir silbando la Marcha Real. Jornada fácil para un final feliz. 

Pero Marc no entiende de sosiegos. Es ganador. Solo le vale la victoria. Talante vencedor. Lo demostró una vez más en Motegi. Empujó al límite para ganar. No le era necesario. Tuvo un par de avisos serios, lindando la catástrofe. Afortunadamente los controló con su pericia innata. Le sirvieron para entrar en razón y acordarse de que está corriendo en pos de un título histórico. Cedió en su empeño. Por una vez fue razonable. Tocó de pies al suelo. Se aseguró los veinte puntos que le llevan en volandas a Valencia como favorito a la corona.

Está a un pasito del trono. Sentarse en él requiere autocontrol. Ser sumiso a la razón. Olvidarse de esa victoria parcial donde tiene mucho que perder. Pretender ganar a toda costa le puede costar muy caro. Esta vez deberá imponer la razón a la devoción. Anestesiar el instinto depredador. Está ante una ocasión única para marcar otro hito histórico en su palmarés. También en los anales del motociclismo. Nunca más volverá a tener ocasión de ser el rey más joven de siempre. No debe dejar escapar la oportunidad. Ahora o nunca.

Su entorno le da buenos y sabios consejos para templarle el ánimo. Todos viven estos días con los nervios a flor de piel. Él, los lleva con calma, serenidad y confianza. Es seguro de sí mismo. Siempre lo ha sido. Además, está tocado por esa gracia divina de los grandes campeones. Recordemos, si no, el trance de su caída en el war-up de Portugal cuando ganó el título de 125. Pura épica.

A pesar de todo cuanto se le diga e inculque, saldrá a ganar. Seguro. Lo intentará por principio. Por ADN. Si bien debe marcarse un límite más amplio de su habitual, que es el filo de la navaja. Puede probarlo sin entrar en zona de riesgo. Con cabeza fría. Temple de campeón. Jamás tensar la cuerda. Millones de seguidores lo lamentarán, tanto o más que él. El desenlace está en sus manos… ¡Alea jacta est!