Legislar y juzgar en el Mundial de MotoGP

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Legislar y juzgar en el Mundial de MotoGP
El Campeonato del Mundo de Velocidad anda cojo de recursos para hacer frente a las tropelías de los pilotos. El asunto Rossi en Malasia ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de rehacer reglamentos y estipular sanciones directas para cada caso sin dejar margen a la interpretación personal de los hechos.


Cierra el trepidante año 2015 con el amargo recuerdo de la estrepitosa actuación de un Valentino Rossi desesperado al ver escapársele el ansiado décimo título como arena entre los dedos. Il Dottore perdió la razón y se inventó un contubernio en su contra que favorecería al rival Jorge Lorenzo. Arguyó estratagemas de Marc Márquez por motivos patrióticos. También infundadas acusaciones de envidias personales de quien le ha tenido como ídolo desde su niñez, rayaron la demencia. Le acusó de cuanto pudo. Obsesiva fijación rozando la paranoia. Graves inculpaciones públicas aireadas en la tremebunda rueda de prensa habida en Sepang. Situación que debiera haber sido atajada, allí mismo y sin dilación, por parte de las autoridades competentes –FIM y Dorna– del máximo certamen motociclista mundial. Pero dejaron hacer impunemente a su «vellocino de oro» en la arenga a la insurrección de los «argonautas», que en este caso serían los tifosi italianos. Se puso todo el país a su favor. Les sirvió en bandeja la excusa del perdedor por causa ajena.

SepangSirva el parangón mitológico griego para quien intentó hacerse con el trono a cualquier precio. Incluso cayendo en el ultraje de la ética deportiva y del respeto a la preservación de la integridad física. Perdió el temple. Sus contendientes eran más fuertes que él. Sabía que le resultaría imposible derrotarles en noble lid y arremetió con violencia contra la entelequia que había forjado en su imaginación: Marc Márquez. Agredió con total impunidad al espectro de sus infundadas pesadillas. Le derribó en un acto de impotencia absoluta. Fue demasiado lejos, se extralimitó a sabiendas de que la convulsa situación creada sería tolerada por el mando. Nadie le había advertido ni recriminado nada tras las inopinadas acusaciones vertidas antes de la carrera. Patente de corso.

EzpeletaDe aquellos detestables hechos, amparados por la tolerancia de los mandatarios, resulta evidente que el Mundial anda escaso de legislación y enjuiciamiento. Los reglamentos deportivos del Mundial son harto imprecisos en la tipificación de los hechos punibles. Las sanciones todavía resultan más indefinidas. Algunas ni constan ni se prevén. El veredicto queda a criterio de los jueces, pero es voluble: actúan y sentencian en función de quién es el imputado. Tienen margen de maniobra porque se carece de un código punitivo escrito. El vacío de rigor jurídico deportivo ampara la tolerancia y el criterio de Dirección de Carrera como órgano de juicio y sentencia que es. Para poder imprimir severidad y contundente claridad en las decisiones de D.C, resulta imperativo redactar un código sancionador detallado, preciso y sin margen de interpretaciones personales, como ocurre en tantos otros deportes.

Los hechos de Sepang pusieron en evidencia el vacío existente para sancionar con exacto rigor y uniformidad de penas los ultrajes al código deportivo y ético. Fueron lentos de reacción y débiles de actuación. Resultaron incapaces de proceder de inmediato con un «drive through» como castigo menor al manifiesto agresor. A ese respecto, Bernie Ecclestone -patrón de la F-1 en la que tanto se mira y refleja MotoGP- fue tajante: «En la F-1 se le hubiese sacado bandera negra«.

Pero el «Mundial del espectáculo» que preconiza Dorna, con el beneplácito de la FIM, no estaba por llegar a la cita final del G.P. de Valencia con el Mundial resuelto y todo el «papel» de Cheste vendido. También las audiencias de TV se hubiesen hundido y los notables records alcanzados serían una quimera.

Legislar y juzgar en el MundialAsí las cosas, los gerifaltes permitieron al agresor proseguir en carrera y ganar tiempo para deliberar a toro pasado la mejor decisión para los intereses propios del certamen. La inexistencia de un código sancionador tácito les permite moverse a su conveniencia bajo criterios de libre interpretación de la falta cometida. Así sucedió con el insostenible atajo en la chicane final de Assen. Por no recordar el adelantamiento por fuera de la pista en el «sacacorchos» de Laguna Seca o el empellón que le propinó a Sete Gibernau en la última curva de Jerez. Nefastas efemérides al amparo de la impunidad de Valentino Rossi que han sentado jurisprudencia en el Mundial a tenor de las repeticiones a cargo de Marc Márquez asimismo toleradas. Es el sucesor. Hablamos de deporte en puridad, no de espectáculo-negocio.

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Para evitar esas situaciones tan poco saludables, resulta imperativo poner a trabajar a los servicios jurídicos de la FIM conjuntamente con la CCR (Comisión de Carreras en Ruta) para atajar esos dislates, rellenar los numerosos huecos y definir un baremo de sanciones preciso para cada infracción del Reglamento Deportivo. Esa medida requiere la profunda revisión del mismo (R.D.) con el objeto de definir con exactitud cualquier posible desacato ético-deportivo. Acto seguido, se podrá aplicar la sanción especificada en el reglamento. Así ocurre con la normativa de tráfico administrada tajantemente por la DGT. Nadie delibera las multas. Están perfectamente tabuladas en el baremo de infracción-sanción.

Es el ejemplo a seguir para el bien del motociclismo deportivo y la buena imagen del Mundial.