Mar Acebes-MarEMoto

Born to be alive

mar acebes
Mar Acebes
Mar Acebes
Mar Acebes
Quizá algunos ya habéis leído algún artículo mío en la revista Fórmula Moto, ya que desde hace casi dos años colaboro como probadora.


Soy Mar Acebes, y a partir de ahora estaré por aquí para compartir más cositas con todo el que quiera pasar un ratito de su tiempo conmigo.

¿Cómo empezar? Pues contando cómo me metí en el mundo de las motos, pero no sin antes dar las gracias a Fórmula Moto, tanto por poder colaborar con ellos en sus pruebas como por brindarme este pequeño espacio.

Desde pequeña me apasionó todo lo relacionado con el mundo de las dos ruedas, pero tuve que esperar hasta los 36 añitos (¡casi ná!) para poder tener mi primera moto. Llegaron los primeros viajes y, poco después, mi primer circuito. Yo aún no tenía ni idea de lo adictiva que podía llegar a ser esta droga…

Lo que empezó como un proyecto para correr las 24 horas de Montmeló, en el que yo sería jefe de equipo, acabó haciendo que cumpliera uno de mis mayores sueños: correr unas 24 horas. Me temblaban las piernas al llegar al circuito y ver el despliegue que allí había. Claro, que ni la mitad que cuando me vi en medio de todos esos pilotos “de verdad”, a los que yo estorbaría vuelta tras vuelta.Aún no sabía que el mal ya estaba hecho; yo ya estaba totalmente enganchada.

Después llegaron un par de años, posiblemente los más divertidos de mi vida, en lo que corrí la Copa Féminas del Campeonato Castellano-Manchego y la Copa Pirelli. El siguiente pude volver a participar en las 24 horas de Montmeló, el sueño se repetía, pero en ninguna de las dos ediciones en las que participé pude terminar. ¿Una asignatura pendiente? Quizá algún día, quien sabe….Y eso que cuando decidí correr estas 24 horas tenía claro que esa sería mi última carrera. Y en cierto modo así fue.

No sé si consciente o inconscientemente, en el instante que un sueño se cumple comienza a nacer el siguiente. Y fue volviendo a Madrid de esas 24 horas, cuando empecé a darle vueltas a la Ninja Cup. El único objetivo sería intentar clasificarme y divertirme en las carreras, aunque terminara la última, porque, vamos a ver, alguien tiene que cerrar las parrillas, ¿no? Y como uno de mis defectos (o virtudes en algún caso) es no hacer mucho caso a lo que me dice la cabeza, que en ese momento me decía NO, tiré “p’adelante” con ello. Los astros se alinearon rápidamente, pero de igual manera comenzaron a desalinearse, y toda la ilusión que me acompañaba a esa primera carrera regresó transformada en un montón de huesos rotos. Cuando empecé a ser consciente de que pasarían unos meses hasta que pudiera volver a andar, juré y perjuré que jamás de los jamases, ni por nada del mundo, volvería a subirme en una moto. Nada ni nadie podría hacerme cambiar mi opinión. Quien me conoce bien no me creía, y a mi eso me molestaba un poco. Yo estaba realmente convencida de lo que decía.

Prometo que lo intenté. Empecé a hacer otras cosas (cosas que no tenían nada que ver con las motos) que me mantenían alejada de todo aquello, y al principio funcionó. Un día decidí que tenía que volver a subirme en una moto para desmostarme que el miedo ya no dejaría que me lo volviera a pasar tan bien como antes. Así sería fácil dejarlo y olvidarme del tema. Pero una sonrisilla al bajarme me delató.

¿Para qué seguir engañándome? Si me subí en esa moto es porque estaba deseando volver a hacerlo. No volveré a correr, pero de alguna manera quiero seguir estando dentro de este mundillo.

La vida es demasiado corta como para renunciar a esas pequeñas cosas que nos hacen sentir vivos ¡Yo no pienso renunciar!