Festival de la moto Begíjar 2018: Pole, vuelta rápida, victoria… y colisión
El VII festival de la moto de Begíjar ha contado, por primera vez, con una competición urbana a la que hemos tenido la fortuna de ser invitados por su organizador, «Trino». Se trata de una categoría creada «ex profeso» para periodistas y que servía además de homenaje al maestro Ángel Nieto, una carrera en la que el único objetivo era divertirse y pasar una jornada de convivencia motera entre compañeros… ¿Te lo has creído? ¡Una carrera siempre es una carrera!
Actividades, muchas actividades es lo que realmente ha ofrecido este festival: conciertos, carreras, stunt… Y homenajes, A Antonio Maeso, a Juan Álvarez –ex presidente de la RFME- y, por supuesto, a Ángel Nieto, por quien se guardó un bonito minuto de silencio entre medias de las carreras, con una foto enorme suya en la curva 12+1, mientras se escuchaba un emotivo audio con su voz de fondo por la megafonía. 6.200 personas ha sido la cifra de asistencia final ofrecida por la organización. Todo un éxito que después de haber tenido la oportunidad de participar durante dos días a este evento, se comprende más fácilmente. Pero yo iba allí a correr en moto. Más concretamente a correr en unas Pit Bike IMR 160 cc que los 13 participantes periodistas (más exactamente 12+1) estrenábamos en estricta igualdad de condiciones para esta carrera.
Igualdad mecánica, toda. Igualdad de condiciones, poquita. Gracias a esta carrera, rememoré lo mal que lo pasaba yo en mi época de piloto por culpa de mi 1,90 m de estatura, y lo que ello conlleva: unos 100 kg de piloto con la equipación puesta. Me acuerdo cuando corría en 250 cc. Mi técnico por entonces, Carlos Morante, siempre me decía en la parrilla de salida en las carreras a modo de broma: «ahora vengo, voy a repartir entre tus rivales un bono de vale por un segundo y pico», que era lo que el estimaba que yo perdía en cada vuelta por mi tamaño y peso. Pues si eso me pasaba con una GP de unos 85 CV, imaginaos con una Pit Bike de exactamente 14,3 CV a la rueda (medido tras el primer crono en el banco de potencia de la organización). Pero el problema no era solo mi peso en sí; el peso del que a la postre iba a ser mi mayor rival, el compañero de Motociclismo, Marcos Gil, debía estar en torno a los 50 kg con el mono puesto. ¡Si la Pit Bike parecía hecha a su medida! Eso sí, sin desmerecer en absoluto las maneras que demostró.
Carrera urbana en Begíjar
El circuito preparado a las afueras de Begíjar, en el recinto ferial, también me recordó la época en la que yo empezaba a correr en minimotos hace 25 años, entre bordillos, alpacas de paja, alcantarillas y un asfalto de dudosa adherencia. ¿Peligroso? No lo vamos a negar. ¿Con encanto? Con todo. En los entrenamientos libres enseguida marqué una cómoda diferencia con el siguiente de mis compañeros de +/- 2 segundos. Tantos años de carreras –y el hecho de que tengo una IMR idéntica a la que nos cedió la organización- digo yo que de algo habrá servido para conseguir esa «cómoda» ventaja inicial. Una ventaja que se mantuvo también en ambas sesiones cronometradas. Pero las carreras –eran dos mangas- iban a ser una historia muy diferente.
La primera manga digamos que fue más o menos según lo previsto. Digo más o menos, porque hubo un invitado sorpresa con el que no contaba. Marcos de «Motoci». Él – y sus 50 kg- me echaron el gancho y no me libré de él en toda la carrera. Cada vez que miraba para atrás, ahí estaba el tío tirando de coraje. Es verdad que en las curvas le abría hueco, pero en la larga subida tras la recta de meta, mi tonelaje sobre la IMR no perdonaba y me recuperaba vuelta tras vuelta lo que le sacaba en la zona virada. Al final, según me dijo el mismo, decidió conservar un poco, y conseguí una renta de 3 segundos sobre la línea de meta. Pero me dejó «mosqueado». En la segunda manga tenía que volver a colocarme primero tras la primera curva, o si no, corría serio riesgo de no poder adelantar a Marcos – que estaba tercero en parrilla- en toda la carrera.
Con las mismas, comienza la segunda carrera. Comienza, y acaba muy pronto. Tan pronto como en la primera curva. El compañero que salía segundo impacta contra mí, me desplaza hacia una bala de paja, me engancho y caemos los dos. Lo malo es que el depósito de gasolina de mi IMR se reventó y se derramó toda la gasolina, y no pude continuar. Es verdad que en el momento me calenté «un poquito», pero ni estábamos en Termas de Río Hondo, ni esto es MotoGP, ni yo soy Rossi ni el compañero es Márquez. Así que, sin daños físicos de consideración tras la caída –aunque aún tengo un pequeño huevo en la pierna de recuerdo- tuve que hacer borrón y cuenta nueva y quedarme con lo bien que me lo había pasado durante todo el día. Un día con un colofón especial, ya que en el recinto donde tuvo lugar la carrera, por la noche actuaba un grupo que me gusta especialmente, Medina Azahara. Me quedé sin trofeo, pero con una experiencia diferente que ojalá podamos repetir en el futuro. Gracias Trino, gracias Motonavo. Enorme la experiencia vivida en Begíjar.