Hay veces en la vida que las personas resultamos un poco patéticas, y yo me incluyo, por supuesto.

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Fórmula Moto
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Nos quejamos profundamente por cosas como que nuestro jefe nos ha echado una bronca, que algún desgraciado nos ha rayado el coche, que nunca nos toca la lotería o que nuestro gato se ha meado en el sofá. Y por cosas como que la novia te ha dejado o que te han echado del trabajo llegamos literalmente a hundirnos, deprimirnos y hasta querer morirnos. Llegamos a pensar que nuestros problemas son los peores que puedan existir y que el mundo ha planeado un complot contra nosotros. Claro, por algo son nuestros problemas y por eso son los peores; y cada palo que aguante su vela. En parte es lógico. Pero si cuando estamos metidos en alguna de estas situaciones fuésemos capaces de relajarnos y mirar fuera de nosotros con serenidad y objetividad, nos daríamos cuenta que lo que nos pasa pueden ser cosas más o menos graves, de acuerdo, pero que en mayor o menor medida tienen solución, y lo peor que podemos hacer es dejar pasar tiempo y más tiempo sin hacer nada. Y esto lo digo porque hay otro tipo de PROBLEMAS que no tienen solución o es muy muy complicada, y que cuando uno ve de cerca alguno de esos problemas en otra persona es cuando te das cuenta de que eres un gilipollas por quejarte la mayoría de las veces por cosas banales.

Todo esto viene al caso de algo que he conocido recientemente, y que lo menos que ha causado en mi es un escalofrío inmenso por dentro, y alguna que otra lagrimilla también. Pero, a la vez, me ha llenado aun más de optimismo e ilusión por la vida. Antes de contar el caso de Fernando (aunque en realidad va ser él quien os lo va a contar en primera persona en una conmovedora crónica), quiero recordar un episodio parecido, y si cabe aún más duro, que vivió un amigo mío hace ahora unos 4 años. Cuando pasan este tipo de cosas, al principio es mucha gente la que está encima de la -víctima-, pero con el paso del tiempo estas personas es fácil que caigan en el olvido, y eso es algo que ninguno de nosotros -por lo menos los más allegados- deberíamos permitir.

El caso que quiero recordar antes de meterme con Fernando es el de Agustín Pérez, hijo de Agustín Pérez Calafat, toda una referencia para los que les gustaban las carreras de hace unos cuantos años. En el año 2006 Agustín y yo fuimos elegidos para participar en la European Suzuki Cup; un campeonato que coincidía en lugar y fechas con el Mundial de SBK de aquel año. Lo pasamos de escándalo recorriendo toda Europa. Agus hizo muy buenas carreras -mejor que yo incluso- y aunque no llegó a subir al podium en ninguna carrera, se quedó a las puertas varias veces. Aquel chaval de 21 años prometía mucho, era valiente y con talento; no tenía miedo a nada, si se caía -cosa que le pasó unas cuantas veces- se levantaba con más ganas en la siguiente sesión y le daba más al gas aún. La verdad es que Agus y yo conectamos muy bien. Acabó la temporada y un día recibo la llamada de Mawy de Motorrad – era la coordinadora del Team Spain de la Suzuki Cup- y fue entonces cuando me dio la terrible noticia. Agus había tenido una fea caída en bici – que ironía-, sufriendo una serie de daños y lesiones muy graves, tanto que su vida corría serio peligro. Agus luchó como un titán para salir de esa situación, y finalmente salvó la vida tras varias operaciones, pero lamentablemente los daños en su columna le han dejado probablemente para siempre, postrado en una cama. Pues bien, las veces que he tenido ocasión de hablar con él por teléfono o más por Messenger, resulta admirable el positivismo que desprende y el ejemplo de vida que es.

Y no menos ejemplo que Agus es Fernando Calvo. Cuando leí su crónica me quedé totalmente paralizado; tenía momentos en los que estaba más cerca de reír y soltar en alto un -Ole tus huevos tío- y otros en los que me brillaban los ojos maldiciendo el destino o lo que sea que haya. Todos los que montamos en moto, en algún momento nos ha pasado por la cabeza, aunque sea fugazmente, que nos pueda pasar algo así. Es una actividad de riesgo, con eso no descubro nada nuevo. Pero es lo que nos gusta, lo que nos hace sentir vivos, y si ocurre una desgracia como la que le pasó a Agus o a Fernando, tenemos dos opciones: llorar, compadecernos y no levantar cabeza, o echarle un par de pelotas a la vida y tirar para adelante como se pueda, y luchar por lo creemos, por nuestros sueños; nunca conformarnos. Cuando leí esta crónica en el foro Easyrace -Gracias DOBLE R por sacarla a la luz-, lo primero que pensé fue en compartirla con cuanta más gente mejor, porque creo que la lección que ofrece es algo impagable. Tengo el permiso de Fernando para compartirla y espero que la leáis con el corazón abierto, y si no se os remueve todo por dentro y no os da que pensar, es que no corre sangre por vuestras venas:

http://b52fer.sportsontheweb.net/rd%20350/mis%20carreras/2manchegoAlbacete%202009%20la%20ultima/2manchegoAlbacete%202009.htm

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